Cuando quiero y puedo
Si no perdemos de vista los puntos en los que no sirve el «querer es poder» de la primera parte de este artículo, podemos conseguir muchos objetivos a partir de nuestro deseo, compromiso y acción.
¿Qué aspectos imprescindibles debo tener en cuenta cuando «quiero y puedo»?
Autoconocimiento
En realidad disponemos de muchas más posibilidades de elección de las que creemos. A través del autoconocimiento y un trabajo personal serio, podemos conducir nuestras vidas más de lo que somos conscientes.
Para ello es necesario conocernos en profundidad para poder detectar nuestras «zonas desconocidas» en las que se encuentran conductas automáticas, emociones no gestionadas o creencias que nos limitan. Cuando podemos trabajar en ellas, somos capaces de superar los obstáculos internos que nos impiden conseguir nuestros objetivos.
Aceptación
La aceptación (que no resignación) es una actitud imprescindible en este proceso: aceptarnos con nuestras luces y sombras, aceptar nuestros límites, aceptar que hay cosas que escapan a nuestro control, aceptar la realidad… No puedo elegir tener o no una enfermedad, pero desde su aceptación sí puedo ver qué actitudes y acciones serán las adecuadas para vivirla lo mejor posible.

Flexibilidad
Para que el «querer es poder» sea factible necesitamos una buena dosis de flexibilidad. Cuando queremos cambiar aspectos propios, más que pretender que cambien radicalmente, a veces el camino pasa por aprender a gestionarlos, ver de dónde vienen y minimizar sus efectos negativos.
La persona extremadamente tímida puede trabajarse para ganar confianza en sí misma, interactuar de forma cómoda y disfrutar de ello sin pretender llegar a ser el «alma de la fiesta». La persona dominante y con actitud defensiva puede ver cuál es la función de esas reacciones, trabajar sus emociones y construir una vida más relajada y respetuosa con los demás.
Cuando puedo pero no quiero
Cuando no hay «quiero», nunca llega el «puedo», y mucho menos las acciones necesarias para producir cambios. Algunas personas se resignan a vivir «a medias» o se adaptan a situaciones perjudiciales cuando podrían hacer muchas cosas por sí mismas y su bienestar.
Cuando no hay «quiero», nunca llega el «puedo», y mucho menos las acciones necesarias para producir cambios
Las razones por las que no tomamos decisiones o iniciamos acciones que nos lleven a cambios positivos y favorables para nuestra vida pueden ser muy variadas:
Miedos
Aunque esta emoción es natural cuando nos enfrentamos a según qué situaciones, puede resultar muy paralizante si no logramos trabajarlo adecuadamente. Podemos temer lo desconocido, la pérdida, el dolor, la incertidumbre… Muchas veces el miedo también se presenta en forma de pereza.
Falta de contacto interno
Si no nos escuchamos, nos desconectamos de nuestro malestar o lo minimizamos, difícilmente tomaremos conciencia de que necesitamos cambiar algo.
Autoboicot
Algunas personas de forma inconsciente emprenden caminos abocados al fracaso. Por ejemplo eligiendo relacionarse amorosamente con personas no disponibles, emprendiendo actividades que nunca acaban, descuidando tareas que les llevarían al éxito o cualquier tipo de acción (o inacción) que les asegure el fracaso.
Esto puede deberse a una falta de autoestima o confianza en las propias capacidades, a creencias relacionadas con el merecimiento, algunos miedos, ciertas tendencias de carácter e incluso a patrones familiares disfuncionales.
Beneficios secundarios
Algunos «aunque pueda, no quiero» tienen mucho que ver con los beneficios de permanecer en la situación en la que nos encontramos.
Por ejemplo, una persona victimista consigue atención, compasión y ayuda de los demás, pero dejará de obtenerla si se empodera y responsabiliza de sí misma. Una persona complaciente y sumisa difícilmente entrará en conflicto con nadie, pero si empieza a priorizarse y a poner límites, puede perder esa «paz relacional» y la aprobación de algunas personas de su alrededor.
Falta de herramientas
Sentir que no tenemos las herramientas adecuadas para enfrentarnos a una situación también puede llevarnos a no querer iniciar las acciones que necesitamos.
Zona de confort
Relacionado con el primer punto, el miedo a lo incierto nos hace permanecer en los lugares que ya conocemos. Una zona de confort, a pesar de su nombre, no es un espacio necesariamente cómodo, sino uno en donde sabemos qué hay, y por lo tanto, cómo nos sentimos y manejamos estando en él.
Respetar el proceso interno
Cuando nos encontramos ante situaciones o conductas que nos resultan dolorosas, necesitamos respetar nuestros tiempos internos. ¡No podemos ir más deprisa que nosotras mismas!