El triángulo dramático de Karpman: ¿qué es y cómo salir de él?
En el mundo de las relaciones es donde se manifiestan más claramente nuestras partes menos sanas: miedos, agresividad, dependencia, inseguridad, vanidad, victimismo, exigencia, control… Las peores neuras se disparan sin remedio en forma de personajes y máscaras que llevamos con nosotros (casi siempre inconscientemente), la mayoría desde la infancia. Su razón de ser es bien sencilla: sentirnos más queridas y aceptadas o protegernos del dolor.
Algunos de estos modelos relacionales están muy estudiados y se estructuran de forma clara. Es el caso del Triángulo Dramático, nombre con el que Stephen Karpman definió a la relación que se produce entre tres roles determinados: víctima, salvador y perseguidor.
EL TRIÁNGULO DRAMÁTICO
— Francisco tiene alcoholismo. Su hijo Roberto trata por todos los medios de evitar los problemas que esto provoca entre sus padres, intentando proteger a su madre (rol de salvador) de los ataques de Francisco y que éste no beba o vaya a rehabilitación (salvador). Lucía, la madre, está sobrepasada por la situación y no sabe cómo actuar (víctima).
Cuando bebe, Francisco acusa a Lucía de ser la causante de sus problemas (perseguidor), pero en ocasiones toma conciencia del daño que está causando y entra en culpa (víctima). Lucía no quiere que su hijo salga dañado e intenta ocultarle los episodios (salvadora). Roberto, harto de la situación, acusa al padre de ser el causante de todo (perseguidor), ante lo que Francisco se justifica diciendo que está enfermo (víctima). —
En este ejemplo vemos como en una misma situación se puede pasar de un rol a otro en función de las circunstancias y el estado emocional. Los tres roles se retroalimentan entre sí construyendo un modelo de relación disfuncional que provoca sufrimiento en todas sus posiciones.
Los tres roles se retroalimentan entre sí construyendo un modelo de relación disfuncional que provoca sufrimiento en todas sus posiciones
Aunque cada uno de nosotros podemos identificarnos más con uno de estos tres roles como tendencia habitual, podemos entrar y salir de cualquiera de los personajes implicados en el triángulo dramático. Con algunas personas o situaciones determinadas tendemos a establecernos en uno de los tres (por ejemplo salvador de los amigos, acusador en la pareja). También podemos reconocer cada uno de los roles por separado en distintas situaciones.
imagen de Susanne Jegge
LOS PERSONAJES
Los tres personajes implicados en el triángulo dramático constituyen estrategias emocionalmente inmaduras que se establecen como una defensa ante situaciones de conflicto. Cada una de las posiciones busca una serie de beneficios consistentes en obtener o evitar ciertas cosas:
– LA VÍCTIMA –
La persona que ejerce el rol de víctima se muestra en una posición de inferioridad, autocompasión e indefensión, sintiendo incapacidad de salir por sí sola de la situación. La demanda de ayuda (explícita o no) y la queja suelen ser sus formas de comunicarse. También puede sentir culpa, una posición cómoda en donde librarse de cualquier acción o confrontación real con el conflicto (te recomendamos leer este artículo al respecto). Frecuentemente se refuerza en el papel de víctima desde el «sí, pero…», desmontando cualquier posibilidad de solución o paso a la acción.
El victimismo es una actitud inmovilista e infantil que perpetúa el propio sufrimiento.
Beneficios: No hacerse responsable de su parte. Despertar compasión y tener la atención de las demás. Conseguir la ayuda del «salvador». Si hay culpa, conseguir el castigo que cree merecer y que llega desde el perseguidor.
– EL PERSEGUIDOR –
El personaje de perseguidor se ejerce desde el juicio, la acusación, la crítica y a veces la amenaza. El perseguidor tiene el rol más agresivo aunque a veces esta agresividad se ejerza de manera encubierta. En esta posición suelen encontrarse con más frecuencia personas con estructuras de carácter más agresivo, poco empáticas o que usan a los demás para satisfacer las propias necesidades. También en aquellas con tendencia a la susceptibilidad o que justifican su actitud como una defensa ante los ataques (supuestos o reales) de las demás.
El papel de perseguidor permite escapar de la propia vulnerabilidad para colocarse en una posición de control y poder.
Beneficios: Establecerse como «el que sabe». No implicarse realmente en el conflicto. No conectar con su vulnerabilidad ni asumir la propia responsabilidad. Conseguir lo que desea o le conviene. Vengarse, castigar. Atacar como forma de autodefensa. Tener el control.
– EL SALVADOR –
La persona salvadora se sacrifica por los demás asumiendo funciones que no le corresponden. Se siente responsable del bienestar ajeno y muchas veces presta ayuda sin que se la pidan. Esta ayuda en realidad la sitúa en una posición de superioridad y orgullo al creer que los demás necesitan ser salvados porque no son capaces de resolver los problemas por sí mismos. Puede llegar a reprochar que los esfuerzos que hace no le son correspondidos o reconocidos.
La ayuda se realiza desde una proyección de la propia necesidad y como consecuencia de la incapacidad de conectar de verdad con las propias carencias
Beneficios: Situarse por encima. Ser vista como buena y ayudadora. No ocuparse de sus propias necesidades y emociones. Evitar el conflicto. Crear dependencia en los demás. Sentirse necesitado y querido.