¿Querer es poder? 4 casos en los que NO funciona

¿Querer es poder?

Vivimos en la era del éxito, la competitividad, el esfuerzo y los objetivos; de la motivación, el positivismo y la felicidad obligada. Por todas partes nos llega el mensaje de que si nos lo proponemos, podemos conseguir cualquer cosa: «si quieres, puedes». Pero tenemos malas noticias: querer no siempre es poder.

Querer es el primer paso para conseguir algo, pero no siempre es suficiente. Es importante aprender a diferenciar qué podemos conseguir a partir de nuestras acciones y qué cosas, por mucho que queramos, no podremos alcanzar desde la motivación, el deseo o el esfuerzo.

 


CUANDO QUIERO Y NO PUEDO


La cultura del «querer es poder», hija en algunos aspectos de  algunas corrientes pseudoterapéuticas, «gurús de la felicidad» o de un Coaching superficial o mal entendido, nos puede llevar a realizar esfuerzos excesivos o intentar cambiar cosas que se encuentran fuera de nuestro alcance. Así como el concepto puede ser de utilidad en personas poco constantes, con dificultades para pasar a la acción o con baja motivación, supone un verdadero problema para las que son exigentes, perfeccionistas, orgullosas o tienen la creencia de que todo se consigue a través del esfuerzo.

Por otro lado, hay enfoques que afirman que desear algo, proyectarlo o «pedirlo al universo» es suficiente para que se presente por sí solo. No hace falta ahondar mucho para darnos cuenta de que hace falta algo más que el «querer» para alcanzar nuestros objetivos.

A continuación exponemos algunas de las principales circunstancias en las que el «querer es poder» no funciona:

 

1. Cambiar a los demás

Por mucho que nos esforcemos, no podemos (ni deberíamos intentarlo) cambiar a nadie más que a nosotros mismos. Y aunque sabemos muy bien la teoría, en la práctica la olvidamos demasiado a menudo e intentamos cambiar a parejas, amigos y familiares, a veces en nuestro propio beneficio, a veces creyendo que es por el suyo.

Lo único que podemos cambiar de los demás es nuestra manera de verles

En cierta manera, a través de nuestras actitudes sí podemos influir en los demás, también pedir o llegar a acuerdos, pero es importante aprender a distinguir la propia responsabilidad de la de otros. Lo único que podemos cambiar de los demás es nuestra manera de verles y de relacionarnos con ellos..responsabilidad, bcn gestalt, gestalt, querer es poder

2. Lo que no depende de mí

Por mucho que quiera, no podré hacer que me toque la lotería, ser más alto o que haga buen tiempo. Estos ejemplos tan obvios nos sirven para ilustrar otros que pueden no serlo tanto: algunas cosas, sencillamente se encuentran fuera de nuestra voluntad o radio de acción. Otras veces nos corresponde parte de la responsabilidad, pero no toda. No somos seres omnipotentes y debemos aceptar que el esfuerzo o el deseo pueden ser en vano cuando el azar, las decisiones de los demás o las circunstancias no son favorables.

3. Estar siempre bien

El club del «querer es poder» presupone que con la voluntad y la motivación suficientes conseguiremos estar siempre positivos y ser felices… pero no.

Estar siempre bien no sólo es imposible, sino que además no es normal ni saludable. A veces está bien estar mal, porque el dolor es un estado inseparable de la experiencia de vivir, en muchos sentidos. Debemos abandonar el imposible e insano objetivo de sentir sólo emociones agradables.

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3. Algunas cosas de mí

Todos tenemos tendencias poco sanas que nos empujan hacia pensamientos, emociones y conductas perjudiciales. Si bien podemos transformar aspectos de nuestra forma de ser, existen algunos límites: hay algunas cosas que podremos trabajarnos, aceptar y aprender a gestionar, pero por mucho que queramos, hay tendencias profundas de carácter que no podremos eliminar o hacer un cambio de 180 grados.

Por ejemplo: una persona muy dominante y rabiosa no se transformará en alguien muy sumiso y dócil, igual que una persona tímida en exceso difícilmente se convertirá en «el alma de las fiestas».

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Cuando desde la premisa del «querer es poder» tratamos de conseguir cosas que quedan fuera de nuestras posibilidades, el resultado de ese esfuerzo imposible sólo será frustración y agotamiento. También puede tener efectos negativos sobre nuestra confianza y autoestima e incluso derivar en ansiedad o depresión.

En nuestro próximo artículo hablaremos de dos aspectos más de este «querer no siempre es poder»: «cuando quiero y puedo» y cuando «puedo pero no quiero».



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