Y es verdad, bastantes problemas tenemos las adultas… asuntos de pareja, tensiones en el trabajo, disputas familiares, enfermedades. ¿Les contamos algo de lo que nos pasa o les mantenemos al margen porque pensamos que tal vez son demasiado pequeños para entenderlo?Entonces, si no comunicamos lo que nos pasa, ¿por qué van a hacerlo ellos?
¿Les hemos enseñado a compartir nuestras preocupaciones? ¿Estamos atentos a las suyas o nos limitamos a decirles “tú estudia que es lo único que tienes que hacer”? Ellas tienen muchas cosas que decir y que les preocupan, pero no encuentran el canal abierto para comunicarlo.
¿Cuánto tiempo hace que no cenáis todos en la misma mesa? ¿Habéis visto la televisión juntos en los últimos 6 meses? ¿Compartís alguna actividad?
¿QUÉ LES DIRÍAS A TUS PADRES SI PUDIERAS?
Hace poco realicé una encuesta anónima a algunos adolescentes y estos fueron los resultados a la pregunta «¿si te atrevieras, ¿qué les dirías a tus padres?»
“A mis padres, aunque tengan hijos en común, que olviden el pasado y se planten en el presente”
“A mi madre, que la quiero con locura, pero no puedo evitar ser fría con ella”
“Que su mala relación me está afectando”
“Que no me cuentan nada de lo que pasa en casa y me tengo que ir enterando por mi cuenta”
“Que no me utilicen como árbitro en sus problemas”
“A mi madre, que busque ayuda”
Vistas estas respuestas, ¿crees que se dan las circunstancias para que se expresen?
Estas fueron las respuestas a la pregunta «¿qué te gustaría que pasara para que pudieras sentirte en confianza para hablar con ellos?”:
“Juntarnos sin discutir”
“Que cambiaran su forma de pensar y se abrieran”
“Encontrar momentos para demostrárselo y poder decírselo”
“Que me escucharan y no se rían de mis problemas”
“Mi madre se sentiría ofendida y atacada.”
Ante estas respuestas, ¿todavía crees que la mala comunicación es sólo cosa de ellos?

Si crees que estás en un punto muerto, ya lo das por perdido o te sientes abrumado por tus circunstancias, tal vez sea el momento de buscar ayuda, a veces, no sólo es cuestión de mandar al niño a terapia. Tal vez con un acompañamiento adecuado, podrás encontrar la serenidad y los momentos para reestablecer esa comunicación que es tan necesaria.
¿Cómo trabajamos en terapia Gestalt con este asunto?
A menudo, la adolescencia de las hijas trae recuerdos de la nuestra y acostumbramos a comparar, “uy si yo le hubiera contestado así a mi padre” o “yo a tu edad ya estaba trabajando”. Traer al presente estas vivencias y observar que emociones movilizan ahora, puede ayudarnos a entender lo que nos pasa.
Conectar con nuestros adolescentes desde la emoción y no desde el “debería” o el “tendría que” nos ayudará a comprenderlas y acompañarlos.
Graciela Almada, terapia individual y de pareja.
Imagen portada: Gaelle Marcel