Fatiga pandémica: ¿qué es y cómo combatirla?

Llamas a una amiga y acabáis hablando de la pandemia. Llegas al despacho y están comentando las nuevas medidas. Te llega un mensaje para informarte que un amigo está ingresado con Covid. El padre de tu vecina murió esta semana por Coronavirus. Noticias, contagiados, restricciones, medidas, confinamiento, estadísticas, rebrotes. Covid, covid, covid… es agotador.

Llevamos muchos meses expuestos a un bombardeo constante de noticias, datos, normativas, consejos y restricciones relacionadas con el Covid-19. Todo el estrés y el cansancio acumulado durante este tiempo de esfuerzo y sacrificio nos pasa factura a nivel psicológico.

El coste personal de la pandemia, aunque pueda variar de una persona a otra, es muy alto. El impacto económico, la falta de contacto social y de libertad de movimientos, la pérdida de seres queridos y de puestos de trabajo, el miedo a contraer al virus, la incertidumbre sobre el futuro y el hecho de que no haya un final claro ni próximo… provoca inevitablemente un gran desgaste en cualquiera de nosotros.


FATIGA PANDÉMICA

La fatiga pandémica según la define la Organización Mundial de la Salud, es un efecto de desgaste psicológico derivado del impacto del coronavirus y que afecta actualmente al 60% de la población. Algunos de sus síntomas más frecuentes son falta de concentración, insomnio, aislamiento social, cansancio, nerviosismo, preocupación, desmotivación y otros efectos mentales, físicos y emocionales.

Para paliar estos síntomas es importante tener en cuenta una serie de puntos que nos ayudarán a gestionar mejor estos efectos y mantener un mejor estado anímico:

ACTÚA SOBRE LO QUE DEPENDE DE TI 

En esta situación hay muchos factores imposibles de controlar. La sensación de descontrol incrementa el malestar, la desmotivación y la sensación de indefensión. Para contrarrestarla, deja pasar todo aquello sobre lo que no tienes influencia y pon tus energías en lo que sí te corresponde:

– Reduce el monotema –

Intenta reducir la exposición a noticias relacionadas con el coronavirus,  selecciona bien los medios por los que te informas y contrasta la información. Procura que la pandemia no sea el centro de todas tus conversaciones: cambia de tema, propón otros distintos que aporten emociones más positivas que te alejen mentalmente de la crisis sanitaria.

– Cuidado emocional –

Realizar una buena gestión emocional es básico para sobrellevar la fatiga pandémica. Habla de tus sentimientos con personas de confianza, mantén el contacto social y realiza actividades que te motiven y aporten buenas sensaciones. La aceptación de las emociones menos agradables es también indispensable: acepta la emoción que aparezca en cada momento. El mindfulness y la meditación son buenas herramientas de regulación emocional.

– Cuidado físico –

Intenta mantener o iniciar rutinas que favorezcan un buen estado de salud: mantente activa físicamente, cuida la alimentación, duerme al menos 7 horas. Si estás más agotado de lo habitual permítete pequeños descansos a lo largo del día que te ayuden a recuperar energías. Permítete tiempo «improductivo», especialmente si tienes tendencia a la autoexigencia o te cuesta estar «sin hacer nada». Permanece atenta a las señales que te envíe tu cuerpo y atiéndelas cuando aparezcan.

Algunos de estos puntos los desarrollamos más extensamente en este otro artículo que publicamos el pasado marzo. Si sientes que la situación te sobrepasa o tienes síntomas de intensidad moderada o alta, busca ayuda profesional.

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RELAJACIÓN EN LAS NORMAS 

Así como al principio de la crisis sanitaria había mucho miedo a contraer el virus, una de las mayores consecuencias de la fatiga pandémica es la relajación en las directrices necesarias para frenar su avance. Este efecto puede darse por distintas causas:

– Cansancio –

Una sociedad cansada es mucho más propensa a relajarse en las medidas para contener el virus. Esta situación se explica por el deseo natural de mantener el contacto social o de recuperar el estilo de vida anterior. Estamos cansadas y justificamos saltarnos alguna norma diciéndonos que «no pasará nada», que «no hay para tanto» o que las cifras de contagio han bajado.

– Rebeldía –

Hay personas con una tendencia de carácter más combativo que les cuesta más que a otras asumir normas. La  relajación o desobediencia de éstas, además del cansancio, se explica desde la rebeldía y los sentimientos de rabia, sumisión y frustración. En este caso, la justificación de estas actitudes pueden ir más ligadas a juzgar las pautas como innecesarias o fruto de intereses ocultos. La frustración, además, a menudo provoca la necesidad de buscar «culpables» externos en los que volcar la propia rabia.

– Habituación –

Cuando estamos expuestos repetidamente a un determinado estímulo, podemos acabar insensibilizándonos progresivamente a él. Es imposible reaccionar cada vez como la primera, por lo que acabamos adaptándonos a lo que resulta predecible para economizar recursos atencionales. Por ejemplo: si vivimos en una zona tranquila nos costará dormir al mudarnos a una calle ruidosa. Con el tiempo, no obstante, aprenderemos a convivir con el ruido y casi «dejaremos de oírlo».

– Minimización –

Si en nuestro entorno inmediato no hay nadie con la enfermedad o alguna persona que haya sufrido una pérdida, podemos ver la situación como menos grave de lo que realmente es. Un mecanismo de defensa ligado a esta actitud es la llamada ilusión de invulnerabilidad, que induce a pensar que tenemos menos posibilidades que los demás de que nos suceda un acontecimiento negativo. Para combatirlo, expertos en los efectos psicológicos del Covid-19 recomiendan leer alguna experiencia de enfermas o familiares con fallecidas para acercarse a una visión más empática y personal.

Tan perjudicial es el exceso de miedo como la ausencia de él. No se trata de negar su importancia o creerse inmune, sino de mantener una actitud lo más positiva y serena posible que favorezca el bienestar colectivo y personal. La relajación de las normas producto de la fatiga pandémica sólo empeora la situación y aleja la resolución del problema. Preguntarnos si nos está sucediendo alguno de los supuestos anteriores nos permitirá volver a actuar de acuerdo al momento en el que nos encontremos.



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