Ten paciencia, confía en ti y en tu proceso, date el tiempo necesario. Asume que habrá partes desagradables y dolorosas, así como otras gratificantes y liberadoras. Los procesos importantes requieren tiempo, recuerda que la terapia es un compromiso contigo mismo.
2. Ábrete
Sentarse delante de una desconocida y exponer aspectos íntimos no es fácil para muchas personas. La confianza hacia el profesional, como en cualquier relación, se va consolidando con el transcurso de las sesiones y poco a poco va facilitando una mayor comodidad y apertura. A pesar de ello hay experiencias, deseos, emociones y pensamientos que por ser dolorosos, por vergüenza o la forma en que los juzgamos, resultan más complicados de compartir. Ocultar información a tu terapeuta impedirá que pueda ayudarte de la misma forma que si dispone de toda ella.
Recuerda que tu terapeuta es tu aliado y en ningún caso realiza juicios de valor sobre tu persona, experiencias o decisiones, sino que te acompaña a que tomes conciencia de cómo influyen en tu vida y si son coherentes, necesarios, deseables y sanos para ti.
Esa información que te cuesta compartir puede ser importante para el desarrollo de tu terapia por estar conectada a aspectos relevantes de tu persona o de las dificultades que intentas resolver. Cuanto más abierta estés, más provecho sacarás de tus sesiones.

3. Haz los «deberes»
La terapeuta a veces sugiere trabajos para realizar fuera de la consulta. Éstos pueden consistir en poner atención en alguna cosa en particular, escribir, realizar un resumen de la sesión, exponerte a una situación, hacer una actividad concreta… Las propuestas siempre tienen que ver de forma directa o indirecta con algo que te ayudará en tu evolución. Haz «los deberes» no para contentarle sino para ti y tu trabajo personal. Recuerda que todo lo que haces en terapia es en tu propio beneficio.
4. Sé constante
Un proceso terapéutico es como un puzzle: cada aspecto trabajado forma parte de él, lo completa y cobra sentido en conjunto
Un proceso terapéutico es como un puzzle: cada pieza forma parte de él, lo completa. Tan importantes son las piezas del contorno, más visibles o reconocibles, como las que forman parte del dibujo de «fondo». Todas ayudan a ver la imagen final, y aunque en un inicio no sepas qué lugar ocupan, son igualmente importantes y cobran sentido en el conjunto.
Para que el trabajo sea efectivo tiene que tener una continuidad. Habrá sesiones en las que salgas con la sensación de haber descubierto algo muy importante, otras en las que no sabrás muy bien qué te llevas, otras en las que resolverás cosas centrales de tu vida, otras de las que saldrás confusa… Para aprovechar más la terapia debes ser constante, recuerda que es un proceso, no sesiones aisladas entre sí.
Algunos clientes confunden el hecho de «no tener nada que llevar» a terapia con el hecho de no necesitar ir más. El trabajo terapéutico se compone de muchos niveles: las cosas que te suceden en el día a día y el conflicto por el que acudes a terapia son muy importantes, pero hay otras cosas que pueden pasar más desapercibidas pero que son fundamentales y requieren trabajo profundo: gestión de tus emociones, asuntos pendientes de resolver, roles, creencias, carácter, patrones inconscientes, educación y dinámicas familiares…
Todo ellos, aunque menos visibles, son aspectos imprescindibles para adquirir el autoconocimiento y las herramientas necesarias para actuar con verdadera conciencia y libertad. Además, éstos se relacionan de una u otra forma con los temas que te llevan a terapia. Aprovecha las sesiones de «no traigo nada hoy» para recuperar temas menos urgentes pero no por ello menos importantes.

5. Lleva el trabajo a tu día a día
La terapia principalmente es un proceso de adquirir conciencia sobre lo propio. El trabajo, en realidad, empieza cada vez que sales de la consulta. Es importante por lo tanto, que en tu día a día pongas atención sobre lo que se relaciona con lo trabajado en terapia.
El trabajo que se realiza en las sesiones activa muchos procesos. Algunos de ellos operan más allá de la conciencia o voluntad, pero buena parte del trabajo consiste en ejercitar la capacidad de «darnos cuenta» de aquellos aspectos que antes no éramos capaces de detectar. Cuanto más evites «desconectarte» entre sesiones, mas fructífero será el trabajo que hagas en ellas, por eso la constancia es un aspecto tan importante.
6. Exprésate
¿Sientes rabia con la devolución que te acaba de hacer tu terapeuta? ¿Estás en desacuerdo con algo? ¿Te molesta, gusta o moviliza algo de lo que te dice o propone? ¡Díselo! Algunos trabajos muy valiosos y reveladores derivan de contenido de este tipo. Presta atención a si intentas complacerle dándole respuestas que crees que son «las que espera», ocultándole lo que consideras retrocesos o evitando expresarte de forma clara.
En terapia fomentamos la comunicación directa y sincera. Por un lado, porque favorece directamente el proceso terapéutico, pero sobre todo porque promueve un estilo comunicativo sano, asertivo y responsable que forma parte del crecimiento de la persona en terapia.
El terapeuta es una figura sobre la que proyectas tu propia persona
Todo lo que surge en el transcurso de las sesiones es material susceptible de ser trabajado porque proviene de tu forma de ver y reaccionar frente a las cosas. El terapeuta no deja de ser una figura sobre la que proyectas tu propia visión del mundo, relaciones, emociones, mecanismos habituales… es por eso que en ningún caso va a sentirse interpelado de forma personal con tus devoluciones.
7. Lleva un diario

Llevar un diario terapéutico en el que ir anotando las sesiones es un buen recurso que muchos terapeutas sugieren a sus clientes.
Apuntar el contenido de la sesión, las emociones surgidas, pero sobre todo los «darse cuenta» que te llevas del trabajo realizado te permitirá recuperar la información posteriormente y profundizar un poco más en tu proceso. A su vez, puede ser útil el registro de lo que va naciendo a partir de los cambios que se dan en ti y los pensamientos o emociones que se relacionan con todo ello.
8. No reprimas
En el transcurso de las sesiones aparecen emociones, a veces de forma intensa, y su expresión puede resultar un problema para algunas personas.
Cada uno tenemos nuestras propias dificultades y lo que puede ser muy natural para unos (llorar intensamente o decir cosas no consideradas «correctas», por ejemplo) puede ser extremadamente complicado y vergonzante para otros. A cada cual, pues, nos cuesta lo que nos cuesta y es natural que podamos sentirnos abrumadas en ciertos momentos.
Tu terapeuta ocasionalmente también puede proponerte algún ejercicio que te resulte extraño o vergonzoso. Es normal que al principio te resulte chocante o te sientas ridículo, pero entregarte a la propuesta dejando de lado cómo la juzgas la actividad o te juzgas a ti misma te dará mucho más resultado.
En todas estas ocasiones recuerda una vez más que tu terapeuta no te juzga y que todo lo que te propone es para tu propio beneficio. En la medida que te sea posible, date permiso para experimentar dejando a un lado la vergüenza y los prejuicios.
Cuanto más pones, más te llevas
Alguna de estas recomendaciones pueden resultarte complicadas. Eso no significa que tu proceso no esté funcionando o que la terapia no sea para ti. Cada persona tiene sus propias resistencias y su propio ritmo, aspectos que en todo momento son atendidos y respetados por el profesional. Trabajando desde la voluntad de crecer, cualquier dificultad que surja será una oportunidad de profundizar en tu trabajo y conseguir nuevas herramientas.
Estos consejos pueden resumirse en una frase muy corta que sirve para (casi) cualquier cosa: Cuanto más pones, más te llevas.