Ansiedad, depresión y sufrimiento: ¿cómo ayudar?

Todos nos hemos encontrado en alguna ocasión sin saber muy bien cómo ayudar a una persona que está viviendo un momento complicado: ¿qué digo? ¿cómo actúo? ¿qué hago?. En este artículo te ofrecemos unas ideas básicas sobre cómo estar en una actitud de apoyo en diferentes circunstancias y algunos consejos sobre puntos a evitar.

 


APOYAR, RESPETAR, ACOMPAÑAR


Procesos de duelo, estrés, problemas emocionales, cambios vitales, depresión, tristeza, ansiedad, crisis de pánico… Dar apoyo en momentos difí­ciles también es difícil: no siempre sabemos qué decir, aconsejar o qué actitud es la más adecuada. Aunque hay una serie de puntos a tener en cuenta en los casos concretos que comentaremos a lo largo de este artí­culo, existen una serie de «normas básicas» para acompañar a alguien en su dolor independientemente de cuál sea su causa o desarrollo:

1. ESCUCHAR, EMPATIZAR, NO JUZGAR

El dolor y el sufrimiento emocional o psicológico no se deben medir ni comparar. Cada persona sentimos y gestionamos el dolor en función de nuestras experiencias, características personales, recursos, circunstancias actuales y muchos otros factores no cuantificables. El propio sufrimiento o experiencias vitales en ningún caso pueden ser una vara de medir o de juzgar lo que es «normal» o no en otras personas.

El dolor, por lo tanto, es una experiencia individual que no debe ser comparada ni juzgada desde el exterior. El mensaje de que el sufrimiento de alguien es «innecesario» o «desproporcionado» sólo aumentará el malestar de la persona que está sufriendo, generándole sentimientos de incomprensión, rechazo y soledad.

El dolor emocional o psíquico es una experiencia individual que no debe ser comparada ni juzgada

Todos hemos sentido dolor o sufrimiento en algún momento de nuestra vida, por lo que aunque no hayamos pasado exactamente por la vivencia de la persona a la que ofrecemos soporte, simplemente podemos empatizar con su dolor. Es imprescindible no juzgar sus emociones, reacciones o el tiempo que necesita para mejorar. Permanecer en una actitud amorosa de respeto, paciencia y escucha siempre será la mejor de las ayudas.

2. AYUDAR SIN INVADIR 

Cuando vemos sufrir a alguien querido, nuestro instinto natural es el de intentar minimizar su dolor. Este impulso amoroso y empático puede volverse en contra de ambos si no sabemos conducirlo bien: sin quererlo a veces se convierte en una invasión, en un intento de «salvarle» o curar algo que no se encuentra a nuestro alcance. Si nos responsabilizamos excesivamente del estado del otro, invadimos su espacio y en cierta manera mandamos un mensaje de desvalorización y poca confianza hacia sus procesos y capacidades.

3. OBTENER INFORMACIÓN

En caso de afectaciones emocionales, mentales o físicas, es importante estar informados para evitar caer en prejuicios y estereotipos. Si no conocemos bien el tema, lo mejor es no aconsejar y sólo realizar un acompañamiento desde la escucha y la presencia.

Ante una misma circunstancia, lo que es de ayuda para alguien puede no serlo para otra persona.

Por ello es esencial preguntar de forma directa qué necesita de nosotros, qué le ayuda y qué no para saber cómo podemos realizar un buen acompañamiento.

 

 

4. AYUDA PROFESIONAL

Un buen consejo en cualquier circunstancia que atraviese nuestro amigo o familiar es animarle a buscar ayuda profesional. Un especialista podrá valorar si es necesario que reciba apoyo psicológico, por lo que la consulta podrá despejar dudas en caso de no ser necesario y si lo es, permitirá iniciar un proceso terapéutico adecuado a sus necesidades.

 


ANSIEDAD Y DEPRESIÓN 


Se estima que el 25% de la población sufrirá algún tipo de trastorno ansioso a lo largo de su vida y hasta un 15% uno depresivo. Aunque hay cada vez más información ante este tipo de problemáticas tan comunes, también sigue habiendo mucho desconocimiento, miedo y prejuicios. Algunos de ellos generan consejos o actuaciones poco acertadas por parte de las personas cercanas al afectado.

Tanto la depresión como la ansiedad son trastornos reales e involuntarios que provocan gran sufrimiento y pueden representar limitaciones graves en la vida de la persona que las sufre. La falta de experiencia y la desinformación hace creer a muchos que todo se reduce a una cuestión de actitud o de «ver las cosas de otra manera». La realidad es que hay personas con una predisposición biológica a desarrollar problemas de ansiedad o depresión.

La naturalidad con la que se acepta cualquier enfermedad física normalmente no se aplica a este tipo de trastornos, que son vistos como «voluntarios» o «controlables»

La naturalidad con la que se acepta cualquier enfermedad física normalmente no se aplica a este tipo de trastornos, que son vistos como «voluntarios» o «controlables». Así mismo, la toma de medicación suele ser juzgada o mal vista cuando en algunos casos es imprescindible para su mejoría e incluso para que la psicoterapia sea efectiva.

Además de los puntos del inicio del artículo, en el caso concreto de estas dos dolencias lo que la persona afectada necesita ante todo es  tacto, empatía, paciencia y apoyo incondicional. Decirle que «cambie el chip», «ya deberías estar mejor», «la terapia no te está sirviendo» o «hay que ponerle ganas» en ningún caso será de ayuda y sólo le hará sentir presión, juicio e incomprensión.

 

ANSIEDAD

Ante una persona que sufre de ansiedad siempre debemos mantener una actitud de comprensión y sensibilidad hacia lo que le supone un desencadenante ansioso, por absurdo que nos parezca. Lo que a alguien sin ansiedad puede resultarle «normal», puede ser motivo de gran malestar para la persona afectada (es claro en el caso de las fobias). Nunca debemos culpabilizar, minimizar su malestar o ridiculizar el objeto de su ansiedad.

Lo que pareceLo que realmente es
Nerviosismo, estrésMiedos irracionales, no controlables
ImpacienciaAtaques de pánico
Preocupación, miedoSensación de irrealidad
«Tonterías mentales»Pensamientos angustiosos recurrentes
Falta de control, debilidadInsomnio, taquicardia, mareos, tensión muscular, ahogos, hormigueos, dolor gástrico…
Se pasa con el tiempo o con distraccionesNecesita tratamiento psicoterapéutico

ATAQUES DE ANSIEDAD

Una crisis o ataque de ansiedad es un episodio intenso que se presenta con síntomas físicos, emocionales y cognitivos de forma repentina. Muchas veces se acompaña de sensación de muerte inminente o miedo a perder la cordura y una urgente necesidad de escapar. El grado de sufrimiento que provoca esta experiencia es tan intenso que la persona suele desarrollar un fuerte miedo a tener crisis, es decir, miedo al miedo.

Si es posible, debemos preguntarle previamente cómo podemos ayudar en caso de sufrir una crisis. Algunos puntos generales a tener en cuenta son:

– Mantener la calma. Nuestra angustia o preocupación aumentará el malestar de la persona en crisis.
– Procurar que esté en una postura cómoda y en un lugar tranquilo.
– Recordarle que es un episodio agudo y muy desagradable pero que desaparecerá en unos minutos. También que ha pasado más veces por la misma situación y que lo superará.
– No ser invasivos. No dar demasiadas indicaciones y hacerlo de forma tranquila, clara y concisa.
– El contacto físico puede ser de ayuda (tomarle la mano por ejemplo)
– Ayudarle a mantener una respiración más larga y profunda que la que tenga en ese momento.
– A algunas personas les ayuda hablar de otra cosa. A otras, hablar sobre lo que están sintiendo.
– Proponer una actividad distractora: realizar una serie de movimientos corporales y contarlos, buscar objetos concretos en el entorno, proponer cálculos matemáticos, etc…

En cualquier caso, no se debe forzar o insistir en que haga nada que no quiera. La prioridad debe ser la de respetar su estado y atender a lo que nos pida en ese momento.

 

DEPRESIÓN

Una depresión es una enfermedad y no una actitud vital. «Estar deprimido» no es un episodio de tristeza y dolor temporal como los que todos vivimos en nuestras vidas, sino un trastorno que afecta a la persona de forma integral.

Los mitos sobre la depresión giran en torno a que es falta de voluntad, debilidad, dejadez… Eso propicia comentarios de tipo «anímate», «tienes que salir más», «no hay para tanto», «sé positiva», «no tienes razones para estar así», que sólo aumentan la carga y la sensación de culpa de la persona afectada.

Lo que pareceLo que realmente es
Falta de voluntad, pereza, dejadezUna enfermedad real
Aparece por una causa externaA veces aparece sin una razón clara
Sólo es tristezaCulpa, baja autoestima, apatía, síntomas físicos
Negatividad voluntariaInsomnio, apatía, falta de energía
«Tonterías mentales»Percepción alterada
Debilidad, falta de carácterPuede afectar a cualquier persona
Se «cura» con una actitud positiva, saliendo, etc…Necesita tratamiento psicoterapéutico

Puntos a tener en cuenta en el acompañamiento de una persona con depresión:

No censurar las cosas que hace o siente, por extrañas que nos parezcan (pasar días sin salir, dificultad para hacer tareas cotidianas o decidir cosas sencillas, manías…)
– Estar en la escucha cuando haga falta, muchas veces la simple expresión de lo que siente o le sucede ya tiene un gran efecto positivo
– Respetar su necesidad de silencio
– No tomar como algo personal si no contesta llamadas, no quiere quedar o dice algo «fuera de lugar»
– Evitar discursos en exceso optimistas, le sonarán forzados y lejanos
Reconocer sus virtudes y los progresos que va haciendo
– Prestar ayuda en tareas cotidianas, evitarle en lo posible cargas innecesarias o que no pueda asumir en ese momento
– Proponer actividades que le resulten agradables
– Evitar realizar juicios sobre lo que le sucede o cuánto tiempo necesita para mejorar

 


DUELO


El duelo es un proceso que no sólo se inicia a partir de la muerte de un ser querido, sino con cualquier vivencia que implique la pérdida de algún elemento importante: pareja, trabajo, mascota, una amistad, una etapa vital…

Existen toda una serie de expresiones y frases hechas que aunque sean dichas con la mejor de las intenciones, no sólo no ayudan a la persona en duelo sino que refuerzan algunas ideas que pueden resultarle perjudiciales:

– «El tiempo lo cura todo«, «recuerda los buenos momentos«: Con expresiones de este tipo estamos minimizando su dolor y forzando una positividad que no es acorde al momento que está viviendo.

«Tienes que ser fuerte», «no llores«: Este mensaje fomenta la represión de las emociones y la idea de que sentirse vulnerable es algo negativo o a ocultar.

– «A él / ella le gustaría que…»: Este tipo de comentarios fuerzan actuaciones que pueden no ser coherentes con sus emociones o deseos. Debemos centrarnos en la realidad presente y las necesidades de la persona en duelo, no en las de quien se ha ido.

Para elaborar bien un proceso de duelo es esencial poder acoger, expresar y transitar las emociones que van apareciendo. La mejor actitud para acompañarlo es estar presente en una escucha empática y amorosa, respetar los tiempos que necesite, evitar aconsejar, dar espacio a la expresión de sus emociones y hacerle saber que estamos ahí­.

Cuando el duelo se alarga mucho en el tiempo o ante aquellos de fallecimiento especialmente delicados (suicidio, muerte de un hijo, muerte inesperada, circunstancias traumáticas, etc…) es imprescindible buscar ayuda profesional.

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Una valoración profesional es básica para poder dar una respuesta adecuada a las necesidades de cada persona y situación. Como hemos insistido a lo largo de todo el artículo, la mejor ayuda que podemos brindar a nuestro familiar, pareja o amigo es una presencia amorosa, empática y incondicional. Si eres tú quien está atravesando por algunas de estas situaciones podemos ayudarte, pídenos una primera sesión gratuita de terapia individual.



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