Independientemente de nuestra personalidad, la forma en la que nos relacionamos o cómo percibimos las cosas, todos los seres humanos tenemos tres centros principales básicos: la emoción, la mente y el instinto. Aunque estos tres componentes están presentes en todos nosotros, hay uno que siempre predomina, que sobresale por encima de los demás y que define la manera en la que nos movemos en el mundo.
Podemos decir que nuestro centro predominante actúa como guía y motor y nos lleva a procesar la realidad de una manera determinada. Funciona como un filtro a través del cual sentimos, actuamos e interpretamos la vida.
Tanto la parte emocional como la mental y la instintiva, en su vertiente sana, ofrecen una serie de funciones básicas para nuestro desarrollo y bienestar. No hay ninguno más importante que otro y su desequilibrio hace que disminuya el contacto con las que han quedado más desfavorecidas, empobreciendo nuestra percepción y limitando nuestro radio de acción. Nuestro centro predominante no cambia a lo largo de la vida, sino que siempre será el puente que nos una a nuestros mundos interior y exterior.
Imaginemos una caja que contiene tres globos hinchados y uno de ellos es mucho más grande que los demás. Los otros dos tienen que adaptarse al espacio que les queda sin poder desarrollarse ni alcanzar un tamaño igual al mayor de ellos. Nuestros tres centros vitales actúan de la misma forma: aquel que predomina resta espacio a los otros, impidiendo que fluyan normalmente y creando un desequilibrio interno que es muy recomendable revisar.
Tener como predominante uno u otro centro no significa ser mejor en ese ámbito, sino encontrarse atrapado en él. Por ejemplo: ser mental no quiere decir tener la capacidad de pensar más o mejor, sino que hay un exceso de actividad intelectual que nos deja «bloqueados» en él, impidiendo que esta función fluya de forma libre y sana.
Todos estos procesos suelen ocurrir a un nivel inconsciente, de ahí la importancia de trabajarlos para darnos cuenta de qué partes de nosotros están funcionando de manera desequilibrada. Algunos enfoques psicoterapéuticos y de crecimiento personal como la Terapia Gestalt y el Eneagrama, ponen la mirada sobre estos tres ejes vitales y cómo influyen en el vivir de cada persona.
Los tres centros en Eneagrama
Bajo la perspectiva del Eneagrama, hay 3 eneatipos (tipos de personalidad) que se corresponden con cada uno de los centros. En este punto cabe destacar que entre los 27 caracteres distintos (cada eneatipo se subdivide en 3 más), hay algunos que, a pesar de pertenecer a un centro determinado, no suelen reconocerse en él ya que sus características se alejan de la norma.
Poder reconocernos en uno u otro núcleo nos ayuda a comprendernos mejor, reducir nuestras dificultades internas y descubrir algunos de los mecanismos ocultos con los que funcionamos. A partir de esta nueva conciencia, podemos empezar a ver qué necesitamos trabajar para compensar dichos desequilibrios y conseguir un funcionamiento más fluido y saludable.
A continuación te ofrecemos un pequeño resumen con las principales características de cada uno de los tres centros, con la intención de que puedas ver cuál de ellos te provoca más resonancias:
Las personas mentales viven a través del intelecto. La mente es su principal motor y contacto con el mundo exterior e interior, filtrando todo lo que perciben a partir de lo cognitivo. Han confundido vivir con «entender» y buscan comprender las cosas como forma de sentirse seguros.
Su emoción predominante es el miedo (consciente o no). Con frecuencia desarrollan problemas de inseguridad y ansiedad a partir de su tendencia a estar pendientes del futuro, preparándose a partir de estrategias y planes en busca de seguridad.
Sustituyen el hacer y el sentir por el pensar. Se apoyan en exceso en la racionalización para escapar de sus mundos emocional e instintivo, a los que suelen ver como peligrosos, descontrolados y «poco evolucionados». La desconexión y represión de los otros centros les hace tener dificultades para pasar a la acción, tomar decisiones, confiar en los demás y en sí mismos. Suelen evitar mostrar sus emociones al sentirse demasiado expuestos y vulnerables al hacerlo.
EQUILIBRIO: Para compensar el abuso del pensamiento, las personas mentales deben «humanizarse», en el sentido de volverse más orgánicas y volver a conectar con sus emociones e instinto. Su trabajo de equilibrio pasa por:
– desactivar el exceso de pensamiento como forma de evitar las emociones o pasar a la acción
– tomar conciencia del empobrecimiento vital que supone la represión de los otros dos centros
– aprender a distinguir el pensar del hacer y el sentir
– trabajar en técnicas que ayuden a rebajar el contenido mental y a dejar de identificarse con sus pensamientos
– abrirse a su mundo emocional, aprendiendo a sostener, distinguir y gestionar las propias emociones
– desarrollar la capacidad instintiva, de contacto y escucha hacia el propio cuerpo a través de actividades y ejercicios relacionados con él
– pasar a la acción, tomar decisiones y responsabilizarse de ellas
– desarrollar una mayor confianza y fluidez. Trabajar la tolerancia a «no comprender» o «no solucionar»
– entregarse a la experiencia del momento presente a través del cuerpo y las emociones
– trabajar el miedo, potenciar los propios recursos para ganar seguridad, asertividad y autoconfianza
ENEAGRAMA: Los eneatipos que se corresponden con el centro mental son el eneatipo 5, el eneatipo 6 y el eneatipo 7
Si sueles guiarte por la lógica, no tienes demasiado contacto con tus emociones y te mueves en términos de entender-no entender, lógico-absurdo y problema-solución, es probable que seas una persona de tendencia mental.
La energía de las personas que se identifican con este centro se encuentra concentrada en las emociones. Su principal motor es el corazón, que les dota de una mayor sensibilidad emocional que las hace tener las emociones más a flor de piel, mucho más «a mano» que las personas mentales o instintivas.
Los emocionales confunden el ser con el parecer: están muy enfocados en buscar reconocimiento externo y confunden su valía personal con la atención que reciben de los demás. Cuanta más atención, más queridos se sienten. Esta necesidad de reconocimiento viene de una sensación de inseguridad profunda, de sentirse inadecuadas y poco queridas.
Creyendo que no serán amados si se muestran tal y como son, construyen una imagen con la que esperan conseguir afecto. Algunos lo buscan desde la seducción, otros desde el ayudar, otros desde la victimización o el conseguir éxito y ser eficaces… todas le dan mucha importancia a su imagen ya sea externa (apariencia física, estatus social o laboral, etc…) o en un sentido más personal (quedar bien, ser «buenas personas», especiales, interesantes, imprescindibles, «diferentes»).
Las personas emocionales tienen muchas dificultades para distinguir sus emociones auténticas (nacidas de su parte sana) de las «artificiales» o exageradas, que nacen de este exceso de emocionalidad. Por esta razón muchas veces llegan a ahogarles, haciéndoles vivir intensos altibajos.
EQUILIBRIO: el trabajo interno a realizar por una persona emocional pasa por:
– realizar un trabajo profundo de gestión emocional que ayude a regularlas
– aprender a distinguir las emociones reales de las «artificiales»
– tomar conciencia de la inseguridad de fondo y del personaje que busca atención y amor
– pasar la atención del exterior al interior
– trabajar en su propia identidad y sustituir el «yo» artificial por el «yo» auténtico
– dejar de identificarse con sus emociones, desdramatizar, rebajar la intensidad emocional
– trabajar su autoestima, conectar con la propia valía más allá del reconocimiento externo
– desactivar los mecanismos de seducción y manipulación. Expresar y pedir de forma directa
– conectar con la parte instintiva y el cuerpo para ganar solidez y permanecer «en el suelo»
– aprender a gestionar el rechazo y la falta de atención o aprobación externa
– trabajar el centro mental para dar estructura, claridad y rebajar el desbordamiento emocional
– aceptar y mostrar las partes rechazadas que se ocultan bajo el personaje artificial
ENEAGRAMA: Los eneatipos que se corresponden con el centro emocional son el eneatipo 2, el eneatipo 3 y el eneatipo 4
Si sientes fácilmente tus emociones, tienes facilidad para captar cómo se sienten los demás y sueles buscar cariño, atención y aprobación para sentirte bien, te mueves en términos amor-rechazo, tristeza-alegría, miedo-rabia es posible que tu centro predominante sea el emocional.
Las personas de este centro se mueven y contactan con el mundo a partir del instinto (cuando hablamos de instinto no nos referimos a una sensibilidad intuitiva sino a un plano más básico, a las «tripas»). Su principal motor es el cuerpo, representado en este caso por la acción, que les convierte en personas más reactivas que las de los otros dos centros. Su eje principal es donde se encuentra su mayor bloqueo, pues tienden a actuar sin que la decisión de hacerlo haya sido elaborada previamente a nivel mental.
Desconectados de los planos intelectual y emocional, les cuesta tener una visión profunda de sí mismos, de cómo son y qué necesitan en realidad. Frecuentemente experimentan confusión, una cierta niebla mental que les impide concretar o poner nombre a lo que les pasa. Pueden ser personas de blanco o negro, todo o nada, bien o mal, con algunas dificultades para apreciar los aspectos más sutiles de las cosas.
Las personas instintivas suelen ejercer mucha represión sobre sí mismas y sus emociones. A un nivel inconsciente tienen (o tuvieron en la infancia) la sensación de no ser vistos ni tenidos en cuenta, lo que les genera una rabia y agresividad que algunos muestran abiertamente y otros de forma encubierta o pasivo-agresiva. Ante esta sensación de invisibilidad pueden adoptar actitudes distintas: algunos se centran en la rigidez de lo que «debe hacerse», el perfeccionismo, otros se hacen invisibles y se adaptan en exceso, otros se hacen notar de forma abierta, otros se ocultan tras una coraza de dureza e invulnerabilidad… Todo ello les hace moverse en dualidades de inacción-acción, dominación-sumisión o rechazo-atracción.
EQUILIBRIO: para volver a conectar con los planos emocional y mental, las personas instintivas deben trabajar en:
– darse cuenta de sus necesidades reales y atenderlas
– verse a sí mismos, mirando hacia dentro y a niveles más profundos
– trabajar en la atención, identificación y reconocimiento de su mundo emocional
– aprender a concretar y clarificar
– les ayuda practicar técnicas de meditación y relajación que las conecte a su interior desde la quietud
– potenciar la reflexión, el nivel cognitivo
– trabajar la dualidad dominación-sumisión
– «afinar la piel», desarrollar una mayor sensibilidad emocional en sí mismos y hacia los demás
– dejar de hacer, darse permiso para parar
– rebajar la reactividad, elaborar a nivel mental antes de pasar a la acción
– tomar conciencia de la agresividad y la rabia reprimidas, trabajarlas de manera adecuada
ENEAGRAMA: Los eneatipos que se corresponden con el centro instintivo son el eneatipo 8, el eneatipo 9 y el eneatipo 1
Si tienes tendencia a la impulsividad, a actuar sin reflexionar, a la necesidad de autonomía, «hacer la tuya», o que nada «perturbe tu calma», posiblemente pertenezcas a este centro.
Dado que cada uno de los centros tiene un número limitado de respuestas que saltan de forma «automática», el trabajo en el equilibrio de los tres ejes nos proporciona, además de autoconocimiento, una mayor flexibilidad y fluidez, ampliando nuestras posibilidades de percepción y acción. En este sentido la Terapia Gestalt pone énfasis en compensar y equilibrar los tres centros vitales para poder disfrutar de toda la riqueza que nos ofrecen en su vertiente sana:
-La mente, conectándonos al aprendizaje, al conocimiento, la claridad, la imaginación, la comunicación, la creatividad, la objetividad y al darnos cuenta imprescindible para nuestro desarrollo y crecimiento interno.
-Las emociones, todas necesarias y naturales, cumpliendo importantes funciones ligadas a nuestra supervivencia, toma de decisiones, relaciones e identidad personal. La parte emocional sana es la que nos «hace humanos», crea vínculos y nos une a la sensibilidad, el amor, el arte, la autoestima, el contacto humano, el crecimiento personal, la empatía…
-La instintividad sana, conectándonos a nuestro cuerpo y sus funciones básicas, a la presencia en el aquí y ahora, al «suelo», lo real, la acción, la sensación, la sexualidad, la estabilidad, la autonomía, la fuerza y la vida.
Identificarnos en uno u otro centro y tomar consciencia de cómo vivimos cada uno de ellos nos permitirá llevarlos a un plano más consciente y pleno. Si te ha resonado alguno de ellos, quieres identificar cuál es tu tendencia predominante o tienes interés en empezar un trabajo bajo este enfoque, te ofrecemos una primera sesión gratuita.