MAXIMIZACIÓN: EN BUSCA DE LO MEJOR
– Llego a la playa y después de mirar dónde ponerme, escojo un sitio. Me paso toda la mañana mirando si queda libre uno mejor o pensando que el sitio en el que están aquellos dos chicos está más cerca del agua, hay menos gente, la arena está más limpia…
– Voy a comprar ropa. Veo varias camisetas que me gustan pero no compro ninguna porque pienso que «la camiseta perfecta» aparecerá en alguna otra tienda que todavía no he visitado.
– Cuando estoy en pareja, no puedo evitar pensar cada cierto tiempo si hay alguien más adecuadx para mi, alguien «mejor», que se ajuste más a mis proyectos, intereses o personalidad.
– Voy a un restaurante con unxs amigxs y elijo una pizza. El camarero trae la comida y veo que el plato de pasta de Marta parece ser mejor elección que mi cuatro estaciones, o que la pizza de Ángel tiene mejor pinta que la mía…
¿Te suena alguna de estas situaciones o todas ellas? ¿Se te ha escapado una sonrisa mientras leías? ¡Parece que eres una persona maximizadora!
Cuando nos enfrentamos a un decisión más o menos vital, ya sea qué pizza escoger, ir a la playa o a la montaña, compartir la vida con alguien o cambiar de trabajo, siempre intentamos elegir la mejor opción, la que creemos que nos aportará más beneficios. Esta actitud totalmente normal y deseable se convierte en un complicado reto para una persona maximizadora, cuyo objetivo es obtener «lo mejor».
Lo que define a una persona maximizadora es su fijación por elegir siempre «lo mejor»
Toda elección implica un periodo más o menos largo de duda. Inevitablemente y aunque no sea vivida de manera negativa o desagradable, ante la toma de una decisión siempre nos preguntamos cuál será la mejor opción de entre todas las posibles. En este sentido podemos distinguir entre varios tipos distintos de duda:
«No sé lo que quiero»
Hay personas a las que les cuesta mucho tomar decisiones porque no saben muy bien lo que quieren. Este tipo de duda suele surgir a partir de la dificultad de conectarnos con nosotros mismos y saber qué nos gusta o qué necesitamos.
«Lo quiero todo»
Aquí la duda no aparece porque haya una dificultad en escoger, sino porque elegir algo supone renunciar al resto. Hay personas que lo quieren «todo», y ante la obligación de elegir se dan cuenta de que decantarse por algo supone no poder tenerlo todo.
«No quiero equivocarme»
En este caso la incertidumbre nace a partir del miedo al error. Este tipo de duda puede llegar a ser paralizante, pues el miedo a la equivocación hace entrar en un bucle mental que no deja espacio a la acción.
«Quiero lo mejor»
En este grupo es en donde encontramos la maxiización: la duda se centra sobre todo en el esfuerzo por elegir lo mejor de lo mejor, en asegurarse de que sea así y por consiguiente, en el miedo a no hacerlo. Una cosa es tratar de escoger bien, y otra muy distinta la obsesión por que sea «lo mejor»
La persona que practica la maximización suele tener un perfil exigente y perfeccionista. Se esfuerza en que cada decisión tomada y cada camino elegido sea el mejor posible, tarea agotadora en una sociedad con gran cantidad de oferta en todos los campos y aspectos posibles. Cuantas más opciones, más complicado le resulta realizar una elección.
Tampoco podemos olvidar que en nuestra percepción de lo que es más deseable intervienen factores muy subjetivos: gustos, creencias, deseos, emociones… Por lo que en realidad muchas veces saber que es «lo mejor» es sencillamente imposible.
Maximización + opciones + miedo a no elegir lo mejor = insatisfacción
Un maximizador puede llegar a estresarse mucho ante decisiones comunes como los ejemplos del inicio del artículo. Otros efectos inevitables de la actitud maximizadora son:
Como cualquier otra conducta, el inconformismo puede ser saludable o no en función de su medida y también de sus objetivos. No conformarse con cualquier cosa es un comportamiento sano que se relaciona con una buena autoestima y el cuidado de una misma. Ahora bien, no conformarse con casi nada es una vía directa a la insatisfacción y a una lucha agotadora contra la realidad.
La maximización implica una disconformidad constante que no deja demasiado espacio a poder apreciar lo positivo. Si siempre estoy buscando «lo mejor», dificilmente podré apreciar lo bueno que ya tengo sin cuestionarme si otra opción hubiera sido superior. Siempre estaré preguntándome si me estoy perdiendo algo.
La maximización conlleva unas altas expectativas respecto a todo, una cierta visión fantasiosa de cómo deberían ser las cosas. Ante tan altas aspiraciones y esfuerzos por encontrar la «perfección», el resultado habitual sólo puede ser uno: frustración.
El maximizador no se siente satisfecho con algo bueno, necesita «lo mejor»
La maximización implica una cierta huida de lo considerado malo o mediocre. Al compararlo todo, la persona maximizadora suele tener tendencia a compararse también a sí misma con los demás: si sale «vencedora» tildará al otro (o a lo que no ha elegido) como «peor», si sale «perdedora», entrará en la duda, la inseguridad o el arrepentimiento.
Si necesito elegir siempre lo mejor de lo mejor, hay muchas posibilidades de que a la vuelta de la esquina encuentre otra cosa que me haga arrepentir de mi elección.
La alternativa saludable a la trampa de la maximización pasa por los siguientes puntos:
Se puede ser exigente y cuidadosa en el momento de elegir pero sin llegar a la obsesión por que sea siempre lo mejor. Cuando se acepta y se sabe apreciar algo bueno, se elimina la necesidad de aspirar a algo superior.
Si rebajamos las altas expectativas a criterios que se ajusten más a la realidad, nos sentiremos más satisfechas. Saber diferenciar entre algo malo y algo bueno es mucho más rápido y sencillo que diferenciar entre algo bueno y «lo mejor».
Si cada elección que se nos presenta la vivimos como algo crucial, acabamos agotados e insatisfechos. Aprender a diferenciar las decisiones que merecen más atención de las que no, comporta implicarnos en proporción a su importancia y liberarnos de la carga de elegir siempre lo mejor en situaciones que no son tan importantes.
Responsabilizarnos de nuestras elecciones pasa por aprender a aceptar sus consecuencias. Si el resultado no es el esperado, lo más saludable para una persona maximizadora es asumirlo. Dicho de otra forma: al tomar una decisión, es necesario poner conciencia en aceptar el resultado, sea cual sea. Así evitaremos estar lamentándonos si no sale como esperábamos o fantaseando con lo que habría sucedido si hubiéramos escogido otra opción distinta.
Si el maximizdor acepta algo que le parece bueno se sentirá satisfecho y podrá apreciar lo positivo de su decisión. Una vez realizada, será clave que ponga atención en sus ventajas y aspectos positivos. Solamente así podrá disfrutar de lo que hay sin la fantasía (a veces imposible de comprobar, por otro lado) de que podría existir una opción mejor.