¿Tienen las mujeres más problemas psicológicos que los hombres?

Los números hablan: las mujeres acuden más a terapia y a actividades relacionadas con el crecimiento personal que los hombres. Las estadísticas dicen que entre las personas que acuden a la consulta de un/a psicoterapeuta, las mujeres suman casi un 70%  frente al 30% de hombres.

Desde Bcn Gestalt podemos confirmar estos datos: en el total de sesiones terapéuticas que hemos atendido durante el último año, tan sólo un 27% han sido realizadas por hombres. Lo mismo sucede en nuestros talleres de salud y crecimiento personal, en los que el Mindfulness, la meditación, el teatro terapéutico, la Gestalt y la gestión emocional convocan a muchas más participantes de sexo femenino (generalmente unas ocho o diez mujeres y en el mejor de los casos, dos hombres). Estos datos tan llamativos nos instan a preguntarnos a qué se debe tanta desigualdad.

¿Tienen más problemas las mujeres que los hombres o una mayor predisposición a los conflictos psicológicos y emocionales? ¿Son las mujeres menos capaces de resolver sus problemas?

La respuesta, obviamente, es no. Aunque algunas problemáticas o patologías tengan mayor incidencia sobre uno u otro sexo, ambos tienen los mismos problemas, dificultades relacionales y conflictos emocionales. Entonces ¿por qué hay más mujeres en las consultas psicológicas y en los cursos de crecimiento personal?

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Para encontrar la respuesta se hace necesario observar las diferencias existentes entre hombres y mujeres. Nos parece importante aclarar que cuando hablamos de diferencias no nos referimos a que exista una «predisposición natural» que explique la manera en la que ambos manejan sus dificultades, emociones o carácter, sino a las diferencias derivadas de los estereotipos que la sociedad ha impuesto sobre ambos sexos.


ROSA O AZUL


Hay una serie de cualidades, características personales y emociones que tradicionalmente se han clasificado como «femeninas» o «masculinas»: coches y muñecas, sensibilidad o valentía, princesa o superhéroe, belleza o inteligencia… Los mensajes nos llegan por todas partes. La educación y la cultura sexistas en las que estamos inmersos hacen que resulte muy complicado detectar y liberarse de todas estas creencias que limitan nuestra auténtica manera de ser y la forma con la que nos relacionamos unas con otras.

Esta distinción ha llevado a normalizar y presuponer unas determinadas características consideradas erróneamente «naturales», que han acabado presentándose como definitorias y deseables en función del sexo con el que hemos nacido:

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Lo considerado «masculino» y «femenino» proviene más bien de una educación, sociedad y creencias sexistas que de una auténtica diferencia natural. En estos estereotipos encontramos la respuesta a la pregunta que nos hacemos hoy.


REPRESIÓN EMOCIONAL


Cuando nos desarrollamos como individuos vamos interiorizando los elementos que nos llegan desde nuestro entorno. El ámbito escolar, la sociedad y sobre todo la familia en la que crecemos, nos van inyectando una serie de creencias, modelos y actitudes que acabamos adoptando como propios, convierténdose en introyectos. 

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Los estereotipos de género también se introducen de esta manera a través de la presión social, de los modelos existentes en casa y de los mensajes que se transmiten directa o indirectamente a los hijos (tema que tratamos en este artículo).

Los estereotipos de género hacen ver la petición de ayuda como una muestra de debilidad y los asuntos emocionales como «cosas de mujeres» 

«Los hombres no lloran», «las princesas no se enfadan así», «corres como una niña»… El fomentar actitudes que supuestamente definen la masculinidad (valentía, fuerza, competitividad, resistencia, deseo sexual, agresividad, etc) y reprimir las que están mal vistas a nivel social (ternura, emotividad, debilidad, cuidado, sensibilidad, etc) hace que los hombres se den mucho menos permiso que las mujeres para contactar y expresar sus emociones. Teniendo en cuenta que el origen de la mayoría de dificultades que vivimos los seres humanos es emocional, el problema está servido.

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En el ejercicio de vivir, todas nos encontramos con circunstancias o estados emocionales en los que un acompañamiento externo puede ser de gran ayuda para superarlos de forma más rápida, sana y consciente. El permiso social a ser más «emotivas» y «necesitadas de apoyo» hace que las mujeres tengan menos reticencias a la hora de buscar ayuda y sean menos reacias a expresar, compartir y trabajar sus emociones y dificultades internas que los hombres, a los que la tradición manda «mostrarse fuertes y solucionar solos sus problemas».

En este sentido, hemos observado que los hombres inician terapia encontrándose mucho más al límite, en estados más extremos o con sintomatología más aguda que la mayoría de las mujeres. Todo ello no hace más que confirmar que el mandato de «aguantar», «ser fuertes» o restar importancia al ámbito emocional sigue vigente y que muchos hombres esperan a estar en una situación límite para solicitar ayuda profesional. 

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*imagen de Pictoline


LA NECESIDAD DE DERRUMBAR ESTEREOTIPOS


Es muy necesaria una revisión interna en la que preguntarnos hasta qué punto nuestro carácter, creencias, las emociones que enseñamos y ocultamos y la forma en la que nos relacionarnos son genuinas o están intoxicadas por prejuicios de este tipo: «¿soy buena niña y poco confrontativa porque me enseñaron que las mujeres deben ser así?» «¿soy competitivo y autosuficiente por el modelo que he vivido en casa?» «¿no pido ayuda o soy poco emocional por miedo a que me vean débil?» 

Es necesario ir derrumbando estos prejuicios de género que nos limitan, etiquetan y entorpecen nuestras relaciones personales y nuestro bienestar

Debemos empezar a modificar nuestra manera de referirnos a según qué conjunto de actitudes o cualidades definidas como «lo femenino» o «lo masculino», también utilizadas por enfoques espirituales o terapéuticos. Para ello, debemos empezar a nombrarlas por separado y directamente por lo que son: «fuerza», «sensibilidad», «iniciativa», «intuición», etc..

Por suerte cada vez más personas toman conciencia del daño que les causan los estereotipos imperantes y se van liberando de ellos. Desde Bcn Gestalt queremos crear conciencia sobre estos prejuicios e invitar a todo el mundo a plantearse la influencia que han tenido y están teniendo sobre su vida y relaciones personales. Es imprescindible que entre todos vayamos señalando y derrumbando creencias y prejuicios arcaicos que no benefician a nadie.

Se hace necesario que el colectivo de hombres que se haya identificado con este modelo limitante y poco sano, se dé permiso para pedir ayuda antes de llegar a situaciones extremas. En beneficio de su salud y a partir del amor y cuidado hacia a sí mismo, es vital que se empiece a ocupar más de otros aspectos más internos y sutiles, representados por su mundo emocional y psicológico.

Las mujeres también somos fuertes, equilibradas, inteligentes, desafiantes, capaces, buenas compañeras, competitivas, resistentes, líderes y resolutivas. Los hombres también lloramos, somos sensibles, profundos, intuitivos, tiernos, emocionales, delicados, empáticos y necesitamos ayuda… todo depende del permiso que nos demos para querernos y cuidarnos, para permitirnos ser como realmente somos y liberarnos de estereotipos y miradas ajenas.



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