Relaciones «tóxicas»: las toxicidades cotidianas
Decíamos en este artículo que todxs usamos una serie de máscaras que nos empujan a actuar como creemos que seremos más aceptadxs por lxs demás. La mayoría de estas máscaras inconscientes, construidas en la infancia como recurso para sentirnos queridxs, tienen su origen en nuestra zona menos sana (nuestro ego o neura) y nos llevan hacia actitudes y emociones que nos alejan de nuestro bienestar.
En el artículo de hoy queremos ver cómo estos personajes se relacionan y complementan con los de las personas de nuestro entorno más cercano. Pareja, amigxs, familiares, compañerxs de trabajo… nuestras máscaras y las de lxs demás acaban estableciendo roles insanos, toxicidades menos evidentes que se alimentan mutuamente como si de una gran «fiesta de vampiros» se tratara.
Hoy en día está muy extendido el término «tóxico» en referencia a personas, comportamientos y relaciones que resultan nocivos de cara a lxs demás. En el campo de las relaciones podemos distinguir entre muchas formas de relaciones tóxicas. Las hay desde muy graves (abuso, maltrato físico y/o psicológico, etc…) hasta «toxicidades cotidianas» más comunes y que suelen pasar desapercibidas, que en el tema que hoy nos ocupa vendrían a ser esa combinación de neuras que pueden llegar a nacer a partir de cualquier relación humana.
Resulta mucho más fácil (y nos compromete mucho menos) señalar los comportamientos neuróticos de los demás y mostrarnos como víctimas de ellos, que darnos cuenta de que muchas veces contribuimos a estas actitudes ajenas de las que nos quejamos.
Si funciono como víctima, buscaré un victimario.
Si soy dominante, me va bien que seas sumiso.
Si soy manipuladora, me beneficiará tu sentimiento de culpa.
Somos capaces de detectar la toxicidad ajena pero… ¿somos conscientes de nuestra propia toxicidad?
¿Asumimos nuestra responsabilidad en los roles insanos que generamos con lxs demás?
¿Las actitudes neuróticas del/a otrx nos pueden estar beneficiando de alguna forma?
A continuación exponemos un par de ejemplos que hemos visto en nuestro ejercicio profesional y que pueden servir para clarificar su funcionamiento:
A. siempre había tenido una actitud un tanto controladora con sus parejas. De alguna manera había asumido un rol protector que se manifestaba de varias formas: tomaba las decisiones que incumbían a ambos, llevaba las riendas de la relación y lo controlaba casi todo (organización, economía, tiempo libre, etc…). La pareja de A. siempre había sido una persona bastante insegura y con tendencia a buscar la «protección» de lxs demás.
En este caso, la actitud protectora de A. alimentaba las inseguridades y los miedos de su pareja y también la idea de que ella necesita a alguien «que la proteja y guíe», evitando así tomar decisiones, exponerse, resolver cosas por sí misma y arriesgarse a tomar las riendas de su propia vida (en resumen, convertirse en «adulta»). El afán controlador y protector de A. y la posición débil y temerosa de ella se alimentaban mutuamente, creando una relación de tipo «padre/hija».
La madre de C. es muy manipuladora. C. tiene un carácter sumiso y solía sentir una gran culpa cuando no cumplía con los deseos de lxs demás, por lo que siempre acababa cediendo a los chantajes emocionales y a la mayoría de las cosas que su madre le pedía/insinuaba. Cuando C. empezó a no entrar en su juego manipulativo, la madre acusó a su terapeuta de estropear la «buena relación» que siempre había habido entre ambas.
La culpa de C. y la manipulación de su madre se alimentaban mutuamente. Su posición sumisa y dócil era extremadamente beneficiosa para su madre, que siempre acababa consiguiendo que su hija se sintiera obligada a ceder a sus deseos y peticiones. De la misma manera, la manipulación de la madre servía a C. como justificación de su actitud culposa.
Todas nuestras actitudes menos sanas, en realidad conllevan un beneficio para nosotros. Dichos beneficios obviamente tampoco nos resultarán sanos, pero no por eso dejan de favorecernos de alguna forma. Por ejemplo: si uso una máscara de víctima, mi «beneficio» será la atención, el cariño, la compasión y la ayuda de los demás. Dicha atención irá a perpetuar mi actitud victimista, por lo que el «beneficio» neurótico que obtengo es el de mantener mi posición de víctima y no responsabilizarme de lo que me corresponde.
Sin ser conscientes de estos juegos manipulativos, estas dinámicas de relación construidas en base a nuestras respectivas máscaras, ayudan a fomentar, potenciar y justificar nuestras «toxicidades cotidianas», haciendo que se consoliden y que con el paso del tiempo sean más complicadas de detectar y transformar.
No existe manipulador sin manipulado ni controlado sin controlador.
Si no entramos en el juego, éste desaparece
Algunos ejemplos más de formas de justificar nuestra propia neura a través de la relación con lxs demás:
– «Si yo también me enfadara como él, acabaríamos fatal. Por eso me tengo que contener»- Justifica la propia represión, el poco permiso a la expresión del enfado, el miedo a la confrontación.
– «Me tengo que ocupar yo de todo, si no nada sale bien» – Justifica la necesidad de control, exigencia, vanidad.
– «Me necesita mucho, veo claramente lo que tiene que hacer y se lo digo» – Justifica una postura invasiva, orgullosa, poco respetuosa con los demás y sus ritmos y capacidades.
– «Ella toma las decisiones importantes, es mejor así, yo dudo demasiado». – Justifica la propia inseguridad, el miedo a decidir, la evitación de la responsabilidad.
– «Para qué voy a decir lo que me pasa si igualmente va a seguir haciendo lo que le dé la gana» – Justifica la represión, el miedo el poco cuidado de sí.
Salir de según qué dinámicas y relaciones tóxicas puede resultar muy complicado y precisar de ayuda profesional: roles muy arraigados (como los que se dan en algunas relaciones de pareja largas, por ejemplo), casos de maltrato, dependencia emocional…
Para poder detectar y sanar estas toxicidades cotidianas que hoy nos ocupan, es imprescindible realizar un ejercicio de conciencia y valentía. En primer lugar, necesitamos conciencia para detectar nuestras partes menos sanas y hacernos responsables de ellas. No debemos olvidar que la persona que nos resulta más tóxica, la que nos hace más daño de todas, está dentro de nosotrxs. Mirar hacia dentro y rebajar la crítica hacia el exterior nos ayudará a identificar nuestra parte de responsabilidad en los roles que hemos establecido con lxs demás.
Después, necesitamos valentía para querer evolucionar, salir de los automatismos de siempre y despertar a otras maneras más sanas de relacionarnos. Con una actitud honesta y la voluntad de crecer como personas, podremos tener relaciones más sanas y libres de elementos y relaciones tóxicas.
– Lectura recomendada: Tú también eres una persona tóxica