¿Cuáles son tus máscaras?

 

¿Eres consciente de tus máscaras?

Una de las necesidades básicas de los seres humanos consiste en crear vínculos y sentir pertenencia a un grupo. Esa necesidad de pertenecer nos mueve a establecer una serie de personajes, de máscaras que nos ayudan a adaptarnos y a «sobrevivir» en cada ambiente.

“Elegir la propia máscara es el primer gesto voluntario humano. Y es solitario”
Clarice Lispector

Todos tenemos una serie de máscaras, de personajes internos que van apareciendo según las circunstancias que vivimos, con quién nos relacionamos y según nuestras emociones, pensamientos y acciones. Algunos de ellos nacen en nuestra zona menos sana y nos empujan hacia actitudes y mecanismos que no nos benefician, otros surgen de nuestra parte equilibrada y nos ofrecen mejores consejos.

Como terapeutas muy a menudo nos encontramos con personas que nos comentan cómo modifican su conducta de un ámbito de la vida a otro: «todo lo decidida y segura que soy en el trabajo, lo soy en sentido contrario en mi vida personal», «con mis amigos soy uno y con mi familia, otro» «discuto muchísimo con mi pareja pero con otras personas no me atrevo a expresar mi enfado»…

Algunos personajes, pues, salen en determinados círculos y otros son más permanentes y nos acompañan todo el tiempo. En un grupo de amigos, por ejemplo, no resulta complicado distinguir figuras como la del «gracioso», «líder», «lista», «guapo», etc…

«El mundo es un gran teatro, y los hombres y mujeres son actores.
Todos hacen sus entradas y sus mutis 
y diversos papeles en su vida…» 
‘Como gustéis’ 
W. Shakespeare

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Los disfraces poco sanos que usamos sin darnos cuenta para funcionar en el mundo son los que en Terapia Gestalt llamamos egomecanismos que nos sirven para protegernos y mostrarnos en función de lo que creemos que nos va a facilitar el a veces complicado arte de vivir y relacionarnos con los demás.

Unos ejemplos sencillos:

– Javier tiene miedo a que le hagan daño y le vean vulnerable. Aunque es sensible, se muestra agresivo y poco emocional. El personaje más bien duro y a la defensiva que ha construido le ayuda a evitar la expresión de sus emociones y un contacto más estrecho con las demás personas. 

En su infancia, Montse recibió el mensaje de que «la vida es un valle de lágrimas». Fiel a la tradición familiar, se define a través de su máscara de sufrimiento, que la muestra como una víctima de todo y de todos. Montse obtiene así la atención, compasión y «amor» que su personaje carente busca de forma desesperada.

– Al contrario que Montse, Jordi tiene muchas dificultades para aceptar el dolor y las partes menos agradables de la vida. Ha construido una máscara de felicidad, optimismo y «estar siempre bien» que le ayuda a huir de las emociones que más teme: el dolor y la tristeza. A la vez, su personaje muestra al exterior una imagen de felicidad y plenitud que alimenta y sostiene todo el montaje.

–  A Silvia le cuesta mucho gestionar situaciones de enfrentamiento y expresar su desacuerdo o malestar ante algo. En un intento de evitar cualquier tipo de conflicto, ha adoptado una máscara de «buena niña», por lo que su personaje adaptable, pacífico e inofensivo le asegura de librarse de cualquier situación que la ponga frente a lo que tanto teme.

 

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La «niña buena», el «duro», la «superwoman», el «eficiente«, el «rompecorazones», el «oso amoroso», la «ayudadora«, el «rebelde»,  la «sufridora»… Progresivamente y con el paso del tiempo nuestro disfraz se va consolidando y apoderando de nuestra identidad hasta que acabamos identificándonos con lo que algún día sólo fue una herramienta, algo que nos facilitó el trabajo de vivir. Es como si un carpintero acabara creyendo ser su martillo.

“Cuando llevas una máscara tanto tiempo, te olvidas de quién eras debajo de ella”
Alan Moore


NUESTRAS MÁSCARAS NOS DEBILITAN


Las máscaras que parecen protegernos, en realidad nos debilitan. Las usamos para evitar lo que tememos, obtener el amor y el reconocimiento de los demás, para «encajar», para cumplir con lo que creemos que se espera de nosotros… y en realidad ocultan parte de nuestro ser, limitan nuestro contacto con los demás, estrechan nuestra percepción del mundo y de nosotros mismos.

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Detrás de nuestros disfraces egoicos en realidad se esconde algo muy profundo, un mecanismo construido por el niño o niña herida que una vez fuimos, que sigue intentando ser visto y querido a través de actitudes que le funcionaban en la infancia, pero que en la edad adulta ya no tienen sentido.

Como dice Alan Moore en su cita, al llevar tanto tiempo nuestros disfraces al final acabamos olvidando quiénes éramos debajo de ellos. Además de la Terapia Gestalt, una disciplinas cuyo objetivo se centra en este trabajo es el Eneagrama. Esta técnica es una potente herramienta que nos ayuda a ponerles conciencia, desenredarnos poco a poco de sus limitaciones y redescubrir quiénes somos.

Para liberarnos de ellas se hace necesario, en primer lugar, tomar conciencia de que las llevamos e ir descubriendo a qué responden: qué partes ocultan, cuáles muestran, para qué nos sirven, qué nos ayudan a evitar y a conseguir… en definitiva, conocerlas en profundidad para, posteriormente y a partir de un trabajo de autoconocimiento, salir de la jaula donde nos han tenido encerrados durante tanto tiempo.

  • La web de psicología Psicopedia ha publicado un extracto de nuestro artículo, puedes verlo aquí.


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