¿Sufres el síndrome de la rana hervida?

 

El síndrome de la rana hervida

Si se pone una rana en un cazo de agua hirviendo, la rana salta para escapar. Pero si el cazo está al fuego y lleno de agua fría, la rana poco a poco ajusta su temperatura corporal a la del agua, manteniéndose en una cierta comodidad que le impide darse cuenta de que el agua está calentándose y de que si no salta, acabará muerta. Cuando el agua está a punto de hervir, la rana no puede aumentar más su temperatura e intenta salir, pero como ha gastado todas sus energías adaptándose al agua, ya no le quedan fuerzas suficientes.

Esta fábula de Olivier Clerc convertida por desgracia en un experimento real (que demostró que si el agua se calienta a 1,2 grados cada hora la rana permanece dentro del agua y muere), pone de manifiesto los peligros de la sobreadaptación, el conformismo y la falta de contacto interno.

Actuamos bajo el síndrome de la rana hervida cuando nos adaptamos consciente o inconscientemente a situaciones, personas o relaciones que nos resultan perjudiciales y que desfavorecen de alguna manera nuestro bienestar mental, emocional o físico.


EL ARTE DE ADAPTARSE A LO DAÑINO


Todas conocemos a alguna persona que nunca se queja, que se adapta a lo que sea, que no discute y que «traga» con casi todo. También a alguien que mantiene una relación de pareja desigual, infeliz o abusiva durante largo tiempo. A este tipo de personas se las suele llamar «santas» o «buenazas», aunque muchas veces lo más acertado sería llamarlas «ranas hervidas».

En Eneagrama, las «ranas hervidas» se encuentran frecuentemente situadas en el Eneatipo 9, que, ante la necesidad neurótica de que nada perturbe su (falsa) calma, prefiere anestesiarse y soportar todo tipo de malestares con tal de evitar enfrentarse a ellos. La mayor parte de lo descrito en este artículo se adapta con bastante exactitud al carácter del Eneatipo 9 (lo que no significa que todas las personas que manifiestan esta conducta pertenezcan a este Eneatipo).

* Ilustración de John Holcfroft

dependencia pareja gestalt

Estas conductas hiper-adaptativas, mansas y sumisas que suelen ser vistas como virtuosas (sobre todo si es en referencia a una mujer) suelen ser el resultado de una baja autoestima y de un abandono propio.

Algunas personas se adaptan y aguantan situaciones hasta el límite para luego saltar de la olla con grandes explosiones y salpicándolo todo. Otras creen vivir en un estado de paz y tranquilidad internas cuando en realidad están huyendo de los conflictos.

Es frecuente confundir o disfrazar el síndrome de la rana hervida con otras actitudes realmente sanas como pueden ser la aceptación, la empatía, el amor o la paz interior 

Como profesionales vemos muchas personas que, confundiendo el amor a otra persona con el olvido de sí mismos, o bajo la creencia de estar manteniendo una actitud de madurez, no están siendo capaces de enfrentarse a la realidad de una situación que les da miedo o les resulta dolorosa.

En el terreno de la pareja, por ejemplo, pertenecerían a este síndrome aquellas personas que permanecen en relaciones en las que se ha desarrollado algún tipo de dependencia, desigualdad o abuso emocional, económico, psicológico o físico. Este tipo de conducta también aparece en ámbitos como el laboral y en vínculos familiares o sociales que se ponen de manifiesto en relaciones dependientes, manipulativas, interesadas o abusivas.

Cuando leemos palabras como «abuso», «maltrato» o «dependencia» suelen venirnos a la cabeza situaciones graves, extremas o muy evidentes. Queremos recalcar que hablamos de aquellas más sutiles y cotidianas que en mayor o menor medida podemos haber vivido todas alguna vez y en las que el perjuicio puede ser menos llamativo o visible.

Pero ¿qué nos lleva a no saltar a tiempo del cazo? Algunas de las causas por las que no reaccionamos ante lo que nos perjudica pueden ser:

– no darnos cuenta (o no querer ver) cómo es la realidad por las expectativas que hemos creado sobre algo/alguien

 la resignación del «más vale malo conocido…»  con la que pensamos que no nos llegará nada mejor

– la creencia de que no tenemos suficientes recursos o más opción que la de permanecer en esa situación

minimizar, no dar la importancia necesaria al malestar o excusarse en que los enfrentamientos «no valen la pena» o «no sirven para nada»

– cuando las cosas se transforman de manera muy paulatina y es complicado detectar el momento en el que empiezan a cambiar

– la esperanza de que la situación cambiará con el tiempo (o la persona / actitud, etc…)  

– la falta de contacto interno y de autoconocimiento que nos impide saber qué nos perjudica, qué queremos o cuáles son nuestras necesidades reales


METERSE EN LA OLLA


La sobreadaptación abne­gada implica resignación, una renuncia a sí mismo, una abdica­ción de sí mismo y de la vida.
Es como si el individuo adoptara una estrategia de jugar a estar muerto para permanecer vivo (convirtiéndose trágicamente en un muerto en vida, en nombre de la vida)” Claudio Naranjo

La manera más fácil de eludir nuestra responsabilidad en el asunto es culpar al agua, o a quien enciende el fuego, o al propietario del cazo. Así, nos situamos como víctimas sufrientes de lo que «nos ha tocado» vivir o de lo que «nos hacen» las que a veces calificamos como personas tóxicas (el papel de víctima suele ser bastante agradecido y facilita enormemente la evitación de la responsabilidad de lo que nos sucede en la vida).

Sin darnos cuenta, muchas veces nos metemos en la olla y ponemos nosotras mismas el agua a calentar: la anestesia interna en forma de falsa paz y tranquilidad, el «hacer la vista gorda» y el abandono de lo que realmente necesitamos o sentimos, es lo que nos va hirviendo poco a poco dentro de nuestra propia agua. Acabamos por desconectarnos o hacer invisibles nuestras necesidades, deseos y emociones reales. Acabamos por hacernos invisibles a nuestros propios ojos y a los de las demás. 

El síndrome de la rana hervida, que se presenta en adaptación a elementos externos, también se puede aplicar a elementos internos tales como actitudes, creencias y conductas que tenemos hacia nosotros mismos. Algunas veces por ser inconscientes, otras por no saber cómo cambiarlos, otras por comodidad o por los beneficios más o menos ocultos que nos suponen… seguimos a pesar de todo repitiendo una y otra vez aquellas actitudes que nos perjudican.

Los mecanismos que pueden anestesiarnos y servirnos de huída del dolor y el malestar son variados: trabajar en exceso, comer, deprimirse, mantenerse siempre ocupado, beber, victimizarse, hacerse el fuerte, justificarse, comprar, el sexo, drogarse, no hacer nada, desvalorizarse… entre otros.
No obstante, como hemos comentado antes, a veces la evitación se produce simplemente a través del abandono de una misma:  ni siquiera percibiendo que hay algo que nos perjudica.

¿Y qué emociones son las que nos hacen preferir el malestar de lo conocido al cambio para mejor? El miedo, la inseguridad, la incertidumbre, la baja autoestima, la resignación y la comodidad de lo conocido. Permanecer en la famosa zona de confort actúa como una potente anestesia que nos impide darnos cuenta de cuándo es necesario tomar impulso y saltar.

Si bien es cierto que hay situaciones externas que no podemos cambiar, muchas veces la excusa «las cosas son así» es una salida fácil para escabullirnos de nuestra responsabilidades, por lo que se hace necesario aprender a distinguir las ollas de las que podemos saltar de las que no.

No es el calor ni el agua lo que mata a la rana, sino su imposibilidad de escapar del cazo

Aunque no sea posible cambiar las circunstancias porque a veces no dependen de nosotras, siempre podemos comprometernos en la parte que sí debemos asumir: en la elección de cómo enfrentarnos a ellas, tomar conciencia de cómo nos influyen y adoptar las medidas necesarias para vivirlas de la forma más sana y consciente posible.


¿QUÉ HACER?


Permanecer en algo que nos daña es indicador de que estamos autoengañándonos, escondiendo emociones, o solamente (en el mejor de los casos) que hemos aprendido a gestionar el malestar que nos produce. Todo esto nos lleva a anestesiarnos, a perder el contacto con nuestro interior y a no ser capaces de reaccionar.

14242472_621983014649127_4221141347391927178_o

 

 

¿Qué actitudes pueden evitarlo?

– Permanece en un estado de atención interna, en contacto contigo, que te permita detectar a tiempo que «el agua se está calentando».

– Márcate unos límites en lo personal, laboral, etc… y manténte fiel a ellos.

– Aprende a distinguir cuándo debes adaptarte y cuándo no, cuándo resulta sano y cuándo solamente es fruto de la inconciencia, el miedo o la comodidad.

– Pon conciencia a qué mecanismos usas para «anestesiarte» y actúa en consecuencia.

– Acepta la realidad tal y como es, en el presente, y toma conciencia de cómo te afecta.

– No crees expectativas, asume que no puedes cambiar a nadie.

– Atrévete a saltar y a ocuparte de aquello que te perjudica, ya sea una persona, una situación o tú mismo. Si tienes dificultades o no sabes cómo hacerlo, busca ayuda terapéutica 

No aguantes situaciones con la esperanza de que cambien, por «quedar bien», o por la creencia de que harás daño a otras. Recuerda que permanecer en la olla te daña a ti.

 

gestalt en barcelona, coaching en barcelona, coaching, gestalt,terapia de pareja, terapia niños, terapia adolescentes, bcn gestalt

 

Es obvio que resulta necesario hacer algunas adaptaciones. Ser flexibles, empáticas, aceptar circunstancias que no son las que desearíamos y tener en cuenta a los demás son actitudes sanas y deseables, pero siempre teniendo en cuenta unos límites. Tan perjudicial es ser intransigente e inflexible como ser excesivamente tolerante, sumiso y adaptativo. En el caso que hoy nos ocupa, será necesario buscar el equilibrio entre ambas actitudes y poner unos límites como un acto de respeto hacia una misma.

Cierta incomodidad, miedo o incertidumbre son emociones normales que aparecen cuando realizamos cambios en nuestra vida o nos enfrentamos a lo que nos perjudica. Aprender a sostenerlas y darnos el derecho a estar bien, nos ayudará a recordar que salir de la olla es un acto de respeto, valoración y amor hacia nosotros mismos.

  • Psicopedia, web referente de recursos de psicología, ha publicado un extracto de nuestro artículo, puedes verlo aquí


– ¿Te ha gustado la publicación? ¡Compártela o coméntala!
– Únete a nuestro  Facebook y Instagram
- Si necesitas que te ayudemos a resolver un problema o realizar algún cambio, pídenos una primera cita gratuita.

Licencia de Creative Commons
Este artículo pertenece a Bcn Gestalt . Se permite compartir su contenido sólo citando la fuente. El texto está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional