Ayuda a tus hijos a gestionar sus rabietas

Numerosas pruebas científicas demuestran que las personas educadas en gestión y desarrollo emocional, además de ser más felices y tener mejores resultados académicos, se convierten en adultos con menos dificultades personales y más competentes en el ámbito social y laboral. En la educación tradicional, exclusivamente basada en el aprendizaje intelectual y enfocada por completo en la competición y los resultados, el aprendizaje emocional nunca ha tenido espacio.

Teniendo en cuenta que las emociones son el origen de la mayor parte de las dificultades que nos encontramos en la vida, una educación en gestión emocional podría ahorrarnos muchas de ellasPor suerte cada vez más docentes y centros educativos están tomando conciencia de la gran importancia de educar en las emociones y empiezan a incorporar métodos que ayuden a los niños y niñas a conocer, reconocer y gestionar lo que sienten.

En este bonito vídeo aparecen niñas y niños explicando su experiencia con el enfado y la manera en la que consiguen calmarlo a través de la respiración.

Aunque la gestión de la rabia que recomendamos los terapeutas gestálticos para poder reconocer, explorar y expresar la ira es bastante más expansiva, también utilizamos la respiración para realizar un vaciado de alguna emoción, pensamiento o sensación física. Esta técnica consiste en fijar la atención en la salida del aire, poniendo la intención de ir vaciando la emoción a través de nuestra espiración.

Una mala interpretación del vídeo podría dar a entender que la rabia es algo negativo y a evitar, por lo que nos parece muy importante puntualizar que sentir enfado es algo natural y que, como todas las emociones, necesita ser expresado.

La ira es una emoción expansiva que nace cuando creemos (de forma justificada o no) que tenemos que defendernos de algo, cuando nos sentimos heridos, tratados injustamente o cuando no podemos conseguir algo que deseamos. 
A pesar de ser una de las emociones más censuradas socialmente, la rabia nos sirve para defendernos y poner límites. Su expresión es muy necesaria, entre otras cosas, para evitar que “nos traguemos” el enfado y que éste se vuelva en nuestra contra en otras formas más nocivas.


LA RABIA EN LA INFANCIA


A la mayoría nos han educado en la represión de la rabia, y eso es lo que hemos acabado trasmitiendo a nuestrxs hijxs, a lxs que normalmente censuramos cuando muestran su enfado (más a niñas que a niños, por eso de que tienen que ser buenas y dóciles). Les castigamos, compramos, regañamos, chantajeamos, les decimos que se portan mal… todo por evitar una pataleta o que nos monten un número.

Esta represión tiene que ver con nuestras emociones no resueltas y con la mala imagen de la ira a nivel social. Quizás no toleramos su rabia como un reflejo de nuestra propia prohibición interna, quizás nos hace sentir incómodxs, tal vez no tenemos tiempo para eso, o lo consideramos de mala educación… la cuestión es que fomentamos que nuestrxs hijxs se traguen su enfado.

Pero aunque ellxs acaben aprendiendo a no expresarlo, su rabia no desaparece sino que va acumulándose hasta que un día aparece en alguna explosión mucho más intensa o bien desemboca en problemas emocionales más serios. Sea su enfado «justificado» o no, es una emoción que necesita ser reconocida y expresada.

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¿CÓMO AYUDARLES? 


A los niños y niñas del vídeo, además de preguntarles qué les hace enfadar y cómo sienten su enfado, sería necesario hacerles otra pregunta importante (quizás la más importante de todas): ¿qué necesitas hacer? La mayoría de ellos nos contestarían que necesitan gritar, pegar, patalear… o todo eso a la vez. Y ¡esa es la mejor manera de descargar la rabia!

Acompañarles en esa expresión de su enfado (enseñándoles a no dañarse a sí mismas ni a nadie más, quizás dándoles un cojín en el que pegar o gritar, por ejemplo) y esperar tranquilamente a que acaben, sería mostrarles que enfadarse no es malo, que no les censuramos ni juzgamos. Posteriormente, cuando ya estén calmados, invitarles a hablar sobre ello sería la mejor manera de enseñarles a gestionar lo que sienten y que se den cuenta de que disponen de un espacio para poder hacerlo.

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Ayúdales a aceptar, expresar y a no censurar ninguna de sus emociones. Enséñales que todas son válidas, necesarias y que todas tienen su función y su espacio. La película de animación «Del revés«, sobre la que hablamos aquí hace algún tiempo, te puede echar una mano con eso.

Claro que la mejor enseñanza es la que se hace con el ejemplo. Si como padres y madres no somos capaces de vivir normalmente todas nuestras emociones, nuestros hijos tienen todos los números para heredar nuestros tics emocionales: reprimirán las emociones que nos ven reprimir y se permitirán sentir y expresar sólo aquellas que ven que nos permitimos.

Nunca es tarde para reconciliarnos con todas nuestras emociones. Un mayor conocimiento de lo que sentimos y de cómo hacer una gestión saludable de ello, nos permitirá vivir una vida más serena, equilibrada y consciente, y será un regalo de gran valor que nos haremos a nosotras mismas y también a nuestras hijas.



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