AMAR LAS PREGUNTAS
Ten paciencia con todo aquello
que no se ha resuelto en tu corazón
e intenta amar las preguntas por sí mismas,
como si fueran habitaciones cerradas
o libros escritos en una lengua extranjera.No busques ahora las respuestas
que no estés preparado para vivir,
pues la clave es vivirlo todo.Vive las preguntas ahora.
Tal vez las encuentres, gradualmente, sin notarlas,
y algún día lejano llegues a las respuestas.Rainer Maria Rilke
En este mundo lleno de prisas nos hemos acostumbrado a buscar el resultado inmediato, a relacionar lo lento con lo malo y lo rápido con lo efectivo. Queremos curarnos la gripe en un día y aprender un idioma en tres meses. Todo para ya, ahora (muchas veces para ayer) y entre tanta prisa olvidamos que las cosas importantes, las que valen la pena, necesitan un proceso.
– Iván ha perdido a su padre. Aunque tan sólo han pasado dos meses, cree que tiene que ser fuerte y sobreponerse lo antes posible para recuperar su alegría y su ritmo de vida normales. Está olvidando que gestionar un duelo de manera sana requiere tiempo. Iván no está aceptando su tristeza ni el cambio que ha habido en su vida.
– Rosa está enferma, pero a pesar de eso va a trabajar. No está escuchando la demanda de su cuerpo, que necesita reposo y cuidado para curarse del todo. Rosa no está aceptando su enfermedad y lo más probable es que tarde más tiempo del normal en sentirse bien.
– Claudia tiene ansiedad. Lleva pocos meses en terapia y se siente frustrada porque, a pesar de estar mejor, aún no la ha superado del todo. Su impaciencia no le deja ver lo que ha conseguido, además de no darse cuenta de que su mejora necesita tiempo, compromiso y paciencia.
Este precioso poema de Rilke nos recuerda la importancia del proceso y del compromiso con una misma, con nuestras preguntas, nuestros temas sin resolver y la aceptación de lo que nos toca vivir.
VIVIR LAS PREGUNTAS
La sociedad de las prisas y de la intelectualización también nos ha hecho creer que para resolver nuestras dificultades personales basta con entenderlas.
Confundimos el saber con el aprender, el conocer con el experimentar y creemos que cuando hemos entendido algo ya lo hemos superado: por mucho que entienda que mi tristeza proviene de asuntos pasados sin cerrar, sigo sin saber cómo gestionarla. El camino pasa por experimentar el cómo y el para qué: ¿cómo la siento? ¿para qué la uso? centrarse más en el proceso, en el camino (la pregunta en sí) que en el objetivo (la respuesta).
Confundimos el saber con el aprender y el conocer con el experimentar
Creer que podemos entenderlo todo, además, es bastante vanidoso. En este intento de racionalizarlo todo perdemos la confianza en lo que no podemos comprender (contenido inconsciente, mundo emocional, capacidad de autorregulación, etc…) que es lo que por regla general nos lleva a las verdaderas respuestas.
Muchas veces la respuesta llega sin pasar por el intelecto, por caminos más emocionales e inconscientes, haciendo que la dificultad desaparezca aunque no entendamos muy bien el cómo. Intelectualizar no nos servirá para aprender ni para transformar, sino más bien para alejar aún más las verdaderas respuestas si estamos evitando contactar con la emoción y la experiencia.