Dejar de fumar, ir al gimnasio, aprender un idioma, hacer dieta o dedicarse más tiempo a unx mismx son algunos de los buenos propósitos que muchos tenemos en mente para este año que acaba de comenzar.
A veces (por desgracia, las que menos) ¡lo conseguimos!…aunque lo más habitual es que el entusiasmo inicial desaparezca poco a poco para dar paso a la frustración de no haberlo logrado. Poner demasiadas expectativas o que éstas sean poco realistas son algunos de los factores que nos llevan a no alcanzarlos y a arrastrar los mismos deseos año tras año… Y ¿a quién le gusta frustrarse? muy a menudo no sabemos gestionar la sensación de fracaso y acabamos:
– autoengañándonos con justificaciones: «no era tan importante», «es muy difícil conseguirlo», » ya lo haré más adelante»
– culpando a otras y a las circunstancias «Es que …. no me ha ayudado» «ahora las cosas están difíciles»
– castigando nuestra autoestima: «no lo voy a conseguir nunca» «soy un desastre» …
Para evitar todo esto y que los buenos propósitos se conviertan de nuevo en un recuerdo culpable de lo que no hemos sido capaces de hacer, aquí van unas cuantas claves para que este año sea distinto… ¿Preparada?
¿Tienes muchos? De entre todos ellos elige dos como máximo, los que más te motiven o te parezcan más enriquecedores. Centrarte en unos pocos te ayudará a concentrar tus energías y te ahorrará la frustración de no poder llevar a cabo muchos a la vez.
Evita aquellos que impliquen a otras personas o a la suerte, y elige los que dependan (en su mayor parte) de ti. «Encontrar pareja» es un propósito en el que influyen el azar y otras personas, por lo que sería más sano y realista por ejemplo, transformarlo en «relacionarme más y conocer gente nueva», que serían responsabilidades propias.
Demasiado a menudo confundimos el deseo con la exigencia. Revisa los propósitos que has escogido, date cuenta si tienen una connotación de deber o realmente son un deseo, y escoge aquellos que no se originen desde alguna exigencia propia o de los demás.
Si piensas que TIENES que ponerte en forma, la tarea se convierte en una obligación, en algo impuesto aunque sea por ti mismo. Si crees que puede existir exigencia en alguno de los que has escogido, prueba a poner un «quiero…» delante: «quiero ponerme en forma». Independientemente de que sea algo que te vaya a sentar bien si lo haces, ¿la frase te suena verdadera, te motiva? Si no, es probable que sólo lo relaciones con algo que DEBES hacer pero que en realidad no quieres, en cuyo caso lo tendrás mucho más difícil.
Si el propósito sólo tiene cabeza (tengo que) pero no corazón o un componente más orgánico (quiero) sólo podrás mantenerlo algún tiempo a base de autodisciplina, pero tarde o temprano fracasará. Si en vez del TENGO te guías por el QUIERO, el punto de partida es más amoroso y respetuoso contigo mismo.
A veces, de manera inconsciente, escogemos metas irreales para «asegurarnos» de que no se cumplan
Define cuáles son los objetivos que quieres conseguir:
Propósito: Adelgazar / Objetivo: perder …. Kg.
– Que sea realista: Cuidado con las expectativas que les pongas. Revísalas y sé sincero: ¿Es una meta realista? Si es así, ¡nos la quedamos! Si no, intenta redefinirla o descarta este propósito condenado de entrada al fracaso.
– No tengas prisa: si quieres adelgazar 10 Kg. no pretendas hacerlo en 1 mes
– Si tu objetivo es lejano o muy grande, divídelo en otros más pequeños y cercanos: Propósito: adelgazar/ Objetivo: 10 Kg / 2’5 kg cada mes.
Que la meta futura no te haga olvidar el presente: céntrate más en el proceso (en lo que estás haciendo para conseguirlo) que en el objetivo para evitar relacionarlo con algo inalcanzable y muy lejano. Lo que cuenta en realidad es lo que haces ahora.
«Dedicarme más tiempo» o «cuidarme» son buenas aspiraciones pero muy generales, por lo que tienen más posibilidades de quedarse tan sólo en una buena intención.
¿Cómo lo vas a convertir en algo real? Define qué vas a hacer exactamente.
Propósito: dedicarme más tiempo / Objetivo: estar más relajada y en contacto conmigo / Cómo: hacer Yoga martes y jueves de 10 a 11
Concreta lo máximo posible: definir el cuándo, cómo, con quién, dónde… te ayudará a pasar a la acción y a cumplir con tu objetivo (no olvides el punto anterior y sé realista: si llevas tiempo sin pisar el gimnasio, no te propongas ir cuatro veces por semana durante tres horas)
No es que te recomendemos que comas zanahorias (son muy sanas, eso sí) sino que te premies los pequeños logros que vayas consiguiendo, a modo de zanahoria motivadora. ¿Llevas una semana subiendo por las escaleras o sin fumar? ¡Celébralo! Darte reconocimiento a ti misma te ayudará a mantener una actitud mental positiva, a cultivar tu autoestima y a conservar la motivación.
Las buenas intenciones están muy bien, pero… quedan en nada si no pasas a la acción
No le dejes tiempo a la duda: la mayoría tenemos tendencia a continuar haciendo lo que conocemos, donde nos sentimos más cómodos (aunque no necesariamente sea lo mejor para nosotras, claro), por lo que cuando te venga la idea de realizar ese propósito (salir a correr, ponerte a estudiar, etc…) ponte en marcha antes de 30 segundos. Si no te das tiempo a pensar en la posibilidad de no hacerlo, tienes muchos más números de conseguirlo. De lo contrario, la pereza y el hacer lo de siempre ganarán la batalla.
Vale, pero… ¿y si a pesar de todo no lo consigo? observa cuáles han sido tus errores y no te castigues. Responsabilízate de ellos y evita culpar a las circunstancias o a otras personas. Siempre estás a tiempo de modificar tu plan de acción viendo qué te ha dado resultado y qué no.