Cuando somos niños, recibimos de nuestro entorno todo tipo de normas y conceptos sobre lo que está bien y lo que no, cómo hay que actuar, comportarnos, relacionarnos con los demás, etc... Todas estas creencias nos llegan desde muchas fuentes distintas: la sociedad, los educadores, nuestros familiares, pero sobre todo son nuestros padres los que nos transmiten la mayoría de los valores y modelos que van quedando fijados en nuestros cerebros y corazones.
Este conjunto de creencias y modelos «impuestos» desde el exterior (o sea, no elegidos voluntariamente), es lo que en terapia Gestalt llamamos introyectos. Para Fritz Perls, padre de la terapia Gestalt, la introyección es el «mecanismo neurótico mediante el cual incorporamos dentro de nosotros patrones, actitudes, modos de actuar y pensar que no son auténticamente nuestros”.
Poniendo un ejemplo muy sencillo: los introyectos son como comida que nos tragamos sin masticar. Si no mastico lo que estoy comiendo, no sé si esa comida me gusta, qué sabor tiene, si me va a sentar bien, si me apetece comérmela… me la estoy «tragando» sin ni siquiera haberla elegido.
Como niñas, al no disponer de la madurez ni las herramientas necesarias para gestionar toda esa información, nos resulta imposible distinguir qué ideas realmente nos sientan bien, se adecuan a nuestro sentir, a nuestra personalidad, valores e intereses y cuáles queremos descartar en favor de nuestro bienestar. De esa manera, lo aceptamos todo dándolo por bueno, nos «tragamos» todas esas ideas que pasan a formar parte (la mayoría de manera inconsciente) de nuestro sistema de valores y creencias.
Algunos ejemplos de introyectos
«los hombres no lloran«
«enfadarse es malo»
«tienes que seguir la tradición familiar y ser……. (cualquier profesión)»
«sólo el que sufre y se sacrifica merece ser recompensado»
«hay que casarse y tener hijos»
«las niñas buenas no se pelean«
«no te puedes fiar de nadie»
«hay que atender primero los deseos de los demás»
«la pareja es para toda la vida»
«la vida es sufrimiento», etc…
(¿puedes ver el introyecto en este dibujo del genial Quino?)
No hay que olvidar que todas estas ideas, aunque son transmitidas por nuestros padres con la mejor de las intenciones, nacen de una experiencia vital subjetiva: por ejemplo, si una persona ha sido infeliz toda la vida en su trabajo, transmitirá a sus hijos que el trabajo es sufrimiento. Si otra ha vivido con las emociones reprimidas, educará en el intelecto, considerando que expresar emociones no sirve para nada o que es socialmente incorrecto. Otra que base sus relaciones en la desconfianza o que haya sufrido «decepciones», transmitirá a sus hijas que «no te puedes fiar de nadie «…
Los introyectos no sólo se transmiten como mensajes verbales directos, sino que también se aprenden por aprendizaje vicario a través de actitudes que observamos en personas de nuestro entorno y también a través de las normas sociales del momento.
No todas esas creencias nos perjudican, sin embargo las que sí lo hacen pueden llegar a limitarnos muy seriamente, mermando la capacidad de escoger por nosotras mismas, definiendo nuestras relaciones, nuestra vida laboral, etc… en definitiva, obstaculizando nuestra realización personal y tapando nuestros verdaderos deseos y necesidades.
Un capítulo a parte merecerían todos los introyectos que nos llegan a nivel cultural (como por ejemplo los estándares de belleza, la idea del éxito, los hábitos de consumo, etc…) Desde que nacemos ésta influye de forma irremediable en aspectos muy relevantes de nuestra vida. Un buen ejemplo son los estereotipos de género, que marcan cómo debemos ser, comportarnos y relacionarnos según nacemos con uno u otro sexo.
La sociedad considera adecuadas unas u otras formas de vestir, gustos, emociones, deportes, aspecto externo, preferencias sexuales, intereses, profesiones, conductas… y a partir de ellas se forjan profundas creencias sobre lo que es «aceptable» o no si somos hombres o mujeres. El condicionamiento cultural es tan potente y tiene raíces tan profundas que es muy complicado (muchas veces imposible) llegar a separarlo de los comportamientos, gustos o preferencias personales. Puedes leer sobre este tema en el artículo siguiente: