Todo proceso de autoconocimiento pasa por reconocer y asumir tanto nuestras supuestas virtudes como los también supuestos defectos. Aunque la mayoría de personas creen que se conocen bien, realmente sabemos muy poco de nuestra manera de ser y sobre todo, de los mecanismos y motivaciones ocultos que rigen nuestros actos, pensamientos y emociones. Esa «programación» oculta que todos tenemos tan interiorizada, el conjunto de aspectos (positivos y negativos) inconscientes que no somos capaces de ver, es lo que Carl Jung llamó sombra.
En Gestalt trabajamos para que esa parte desconocida salga a la luz. Usando una imagen que compartió con nosotros muy acertadamente un alumno de uno de nuestros cursos, sería como ir añadiendo velas a un candelabro para iluminar una estancia a oscuras, ir poniendo luz a toda esa sombra como paso imprescindible para que se dé un crecimiento sano, real y auténtico.
Hablamos de supuestos defectos y virtudes, porque por lo general los clasificamos en una u otra categoría según lo adecuados que sean socialmente. Lo que nos parece más correcto es lo que solemos mostrar y lo menos aceptable es lo que permanece oculto a la vista de los otros.
Tomando un ejemplo, el deseo de complacer a los demás es un arma de doble filo que a muchos nos ha sido inculcada desde pequeños: nos llega el mensaje de que lo correcto es priorizar las necesidades de los demás a las propias, ser amables, evitar enfrentamientos, responsabilizarnos de que el otro se sienta bien, etc… lo que puede parecer un rasgo de amabilidad, empatía y entrega, de una manera mal entendida o gestionada puede estar ocultando muchas carencias personales y perjudicar el propio bienestar. En este caso, ocuparse primero de la necesidad propia, expresar un sentimiento no tan agradable o establecer unos límites con el otro, sería percibido como algo negativo y a evitar.
Ningún comportamiento, sentimiento o rasgo es bueno o malo en sí mismo, todo depende de cómo nos afecta, cómo lo gestionamos y para qué lo usamos.
Sólo puede haber transformación si previamente hay aceptación
¿Y qué pasa si no me gusta lo que encuentro, como le dice Felipe a Mafalda en la tira? Paradójicamente, sólo puede haber transformación si previamente hay aceptación. No hay luz sin sombra ni hay sombra sin luz. Lo que nos hace reales, auténticos y únicos es todo ese conjunto de características y emociones buenas y malas, agradables y desagradables, más o menos conocidas.
A medida que se van revelando a través del proceso terapéutico, la aceptación de cada una de ellas es imprescindible para dejar de estar en lucha con nosotros mismos, en conflicto entre lo que somos y lo que nos gustaría ser.
A partir de su aceptación e integración en un todo, podremos trabajar para gestionarlas de manera sana, acabar distinguiendo lo que es saludable de lo que no y realizar otras elecciones en favor de nuestro bienestar.
Como decía también Jung: «Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma»